Creaciones varias de varios años de trabajo y dedicación
^^ Bienvenidos a mi página ^^
Esta página fue creada para mostrar algunos cuentos, reflexiones, poemas y dibujos que hice a lo largo de los años. Si tienen dudas o sugerencias, por favor escribanme a mi mail Solestelar@gmail.com e intentaré responder sus mensajes. Desde ya, gracias por visitar el blog ^^
Desde que el techo cayó encima de su esposa, la vida no fue la misma para el marido. Todos los días iba al sitio en donde murió, donde no había más que ruinas. Tal vez fuera por su repentina locura, pero siempre la veía ahí, sonriente y hermosa. El viudo varias veces intentó acercarse, pero temía que ella se desvaneciera con solo rozarla con la punta de los dedos. Lo que no sabía él era que, lo único que veía era el vestido blanco de su esposa, que estaba colgado de un pedazo de pared resistiendo el paso del tiempo y las polillas.
Antes del accidente, la mujer se había comprado el vestido. Quería sorprender a su marido colgándolo en alguna parte. El marido, al llegar, vio el vestido y expresó su deseo de verla con esa hermosa prenda. La mujer le pidió que comprara champagne, así festejarían su aniversario. El marido, apenas salió de la casa, y escuchó a su esposa gritar. Al darse la vuelta, ya el suceso estaba hecho, arruinando un año de increíble matrimonio.
Al año siguiente, él regresó y solo encontró el vestido. Seguía colgado en ese pedazo de pared que quedó en pie. El viento hacía que la falda se moviera con mucha brusquedad, de manera que daba la impresión de que estuviese bailando. El viudo vislumbró a su esposa, con el vestido puesto y con una sonrisa de ángel. Quiso acercarse, pero sentía miedo de perderla. Por lo tanto, decidió regresar al día siguiente para comprobar si seguiría ahí.
Y regresó. Y al siguiente, y al otro… y siempre la veía en el mismo lugar y con la misma sonrisa. Y pasaron los años, y la esposa nunca cambiaba de aspecto. Solo el marido, que cada día le abandonaba su juventud, aunque su mente aún quedaba estancada en el tiempo, con el deseo de abrazarla y haber disfrutado el momento.
Este es un mundo en donde la frase "felices para siempre" solo existe en los cuentos. Un lugar en donde Cenicienta terminó prostituyéndose cuando el príncipe la alejó de su madrasta para llevarla al "castillo encantado". Y también en donde Blancanieves nunca más pudo revivir porque en el hospital no la atendieron a tiempo para sacarle el trozo de manzana envenenada que se había tragado. Es un mundo en donde Caperucita fue asaltada por el lobo y donde ningún cazador apareció para salvarla a tiempo, porque el lobo era un pedófilo peligroso y famoso por violar y asesinar a sus víctimas. Un lugar donde Pulgarcito y sus hermanos ni siquiera tuvieron su pedacito de pan, sino simplemente fueron abandonados a la suerte para que mendigaran por el "bosque" de la ciudad. Aquí, la Bella solo está con la Bestia por su dinero, no por amor. Así como la Bella Durmiente tuvo una trágica muerte por no ser entrenada para usar la máquina de hilos y telas de la fábrica en donde trabajaba. Ese es el destino de estos personajes que, sin embargo, en sus historias originales o clásicas tienen mejor suerte. Pero esto es la realidad, y así se vive en el mundo hoy en día. ¿Qué se puede hacer para cambiarlo?
Me llamo Meysahras y soy un ser que viaja por extraños mundos, dimensiones desconocidas. Dicen que fui creada por alguien más, aunque me considero un ser con vida propia. A veces, soy una hermosa princes; otras soy una humilde campesina. Mi forma favorita es la de un ángel, porque puedo volar y me encanta tocar las nubes, ver a las personas como hormigas y sentir el viento en la cara. O también suelo ser una diosa; o una esclava. Eso dependiendo del mundo en que esté y en qué ambiente me encuentre. No soy la única que tiene multiples vidas. Todos los seres que habitan en este universo, todos los que leen este escrito, tienen otras vidas. Aquí pueden ser empresarios, ministros, doctores... pero en sus otras vidas serían monjes, campesinos, obreros... ¿Cuál preferirían? Aunque, en estos momentos, este escrito va para una sola persona: la que me está leyendo en esos instantes. Sì, asì es. Este escrito para para vos, para que sepas quién soy y que, de una manera casual, pueda ser tu madre, tu hermana, tu compañera de colegio, tu pareja o tu vecina. Solo debes aprender a observar a tu alrededor y, si me reconoces, llámame. Y te mostraré mi verdadera identidad.
"¡Una broma! ¡Esto tiene que ser una broma!" Me dije, luego de leer la extraña carta que encontré en el buzón. No decía quién lo mandaba, ni de dónde. De todas formas, no me interesaba. Si esa tal Meysahras quería jugarme una broma, pues no me dejaría caer tan fácilmente. Arrojé la carta a la basura. Abrí mi libro y empecé a retomar la lectura. Aún faltaba mucho para que me fuera a la facultad, por lo tanto debía matar el tiempo de alguna manera. A pesar de que intentaba concentrarme, no podía. Todavía recordaba el contenido de la carta y, eso, de alguna manera, me intrigaba. "¿Quién será esa tal Meysahras? ¿Y qué es eso de que tiene múltiples vidas? ¿Y por qué me escribió a mí?" Al final, me cansé de leer y, disgustada, fui a ver la tele. Como no tenía cable, me tuve que contentar con ver un capítulo repetido de una serie; una estúpida publicidad sexista; un aburrido debate sobre corrupción; y un dibujito animado del año en que mi abuela empezaba a ir al jardín. Por suerte, ya había llegado la hora en que tendría que ir a la facultad. Así que me preparé, avisé a mis padres que me iba y salí caminando, mirando el cielo para ver que no había ni una sola nube que anunciara lluvia. A mitad de camino, me encontrécon una compañera de facultad. Ella siempre me hacía bromas pesadas, por lo que fue la primera en mi lista de sospechosos de haber escrito esa extraña carta. Me acerqué y, sin ningún rodeo, le pregunté: - ¿No fuiste vos la que me quiso gastar una broma con una estúpida carta de "vidas paralelas"? Ella me miró fijamente y me dijo que no. Yo sé que ella no es mentirosa, así que le creí. Me preguntó de qué iba la carta y se lo dije. Total, siempre me han elogiado por mi memoria de elefante... aunque más bien parezca una jirafa. Mi compañera se rió y me dijo: - Normalmente, envío cartas de cadena, pero nunca escuché algo como eso. Empezó a reírse, para luego ponerse seria y hablar con un extraño tono de voz. Ella siempre hablaba de una manera calmada, pero en esos momentos habló de una manera tensa. - De seguro, es una pobre mujer que sabe un valioso secreto y, de alguna manera, quiere comunicarlo. Pero un poderoso grupo o asociación la tiene bajo la mira, de manera que no puede hacer nada al respecto. Hoy en día, controlan las redes de internet, nos vigilan con satélites... y en algún futuro, inyectarán en nuestros cuerpos un microchip que tendrá toda nuestra información y será un rastreador a la vez. Seremos máquinas, no personas. querrán controlarnos y, así, abrir diferentes portales a otras dimensiones para controlar a esos otros individuos, a esos otros seres. Por ahora, solo con códigos y signos podemos comunicar esa gran verdad, antes de que sea demasiado tarde. ¡Debemos hacer todo lo posible para recuperar nuestra naturaleza, que es el de la libertad! Se calló. Yo no sabía cómo reaccionar. Era la primera vez que actuaba de esa manera. Al final, me miró fijamente y me dijo: - ¿Creíste todo lo que te dije? ¡Sí que eres ingenua! jajajajaja Su risa no sonó natural. Algo había cambiado en ella. Entonces, me armé de valor y, sin importar si alguna super asociación nos espiaba, dije: - Meysahras, te encontré. Entonces, la ví a través de sus ojos. Allí estaba, ese ser llamado Meysahras que, en este mundo, era mi compañera bromista de clases y que, de alguna manera, intentó comunicarse conmigo para que pudiera encontrarla. Meysahras me sonrió y cerró los ojos. Cuando los abrió, desapareció y mi compañera volvió a ser "ella misma". - ¿Qué pasó?- dijo ella, que parecía haberlo olvidado todo. - No es nada. Vamos antes de que sea tarde- le dije. Y juntas, caminamos hasta la facultad.
Sin pelos en la lengua, contó cada detalle de lo que había visto en la facultad: una joven que leía libros de Roa Bastos; un grupo de jóvenes vestidos de hippie y con extrañas ideas de "un mundo con libertad de expresión"; un profesor que secretamente había pasado a los estudiantes folletos con frases marxistas; y lo "mejor" aún, unos amigos que solo pensaban prenderle fuego a todos los retratos del General. Esto, y mucho más, fue lo que había visto el "Pyrague" en un día de clases. Nadie sabía su secreto. El, simplemente, abría sus libros y fingía leer... cuando en realidad se pasaba escuchando las conversaciones de sus compañeros y docentes. Poco a poco, con lo que contaba a sus superiores, logró que algunos de sus compañeros "desaparecieran", para nunca más pisar la facultad. Y con cada información recaudada, recibía una equis cantidad de dinero y una promesa de que no harían daño a su familia ni violarían a su hermana. Al soltar lo último que tenía, sus superiores lo felicitaron. No solo les dijo cuáles eran las "ideas revolucionarias", sino también les mostró las fotos de los "comunistas" y sus respectivas actividades. Eso hizo que el premio fuese mucho mayor; una mayor cantidad de dinero para viajar a Buenos Aires o para conseguir una casa grande. El "Pyrague" se fue con el dinero, volvió con su familia, alegrándose de que, una vez más, los policías no les hayan hecho daño alguno.
- ¿Qué tal, olua? ¿Cómo va el finde?- le preguntó Tany a Mari - ¡Súper! Por fín pude hacer que Paty dejara de hacerse de la tonta- le respondió Mari. - ¿De qué hablas?- le preguntó Tany, sin entender. - ¡Toc, toc! ¡Tierra llamando a Tany! ¿No recuerdas? Paty se abrió y él la aceptó. O sea… ¡Hello! ¡Paty ya tiene chongo! - ¿Enserio? ¿Qué más? ¡Dílo? - ¡Tranquila, Tany!- dijo Mari, al ver cómo su amiga se entusiasmaba por la noticia- ahora se pasan el tiempo besándose. - ¡Uy! ¡Qué asco! ¡Así se transmiten gérmenes! - ¿Eeeeh…? ¿Celosa? Jijiji- se burló Mari al escuchar el comentario de Tany. - ¡Claro que no!- exclamó Tany, aunque se puso colorada- bueno, un poquitito… ¿Qué es esa cara?... bueno, está bien. A mí también me gusta Pablo. - ¡Ja! ¡Gané la apuesta! - ¿Qué apuesta, Mari? - Eeeeh… ¡Digo nomás! Jeje… Paty siempre era la más tímida y callada de la clase… ¡Y la primera que se ligó con alguien! - Mi hermana dice que las calladitas son las más peligrosas, pero… ¡Eso no explica lo de la apuesta!- dijo Tany, al ver que Mari cambió de tema intencionalmente. - ¡Era una broma nomás!- dijo Mari, desesperada. - Mmmmh…- dijo Tany, sospechando de su amiga. - ¡No molestes!- dijo Mari, al ver que no se libraría de Tany con ese tema- sí, hice una apuesta con Carola. Aposté que a vos te gustaba Pablo. - Definitivamente, son unas huecas- murmuró Tany. - ¿Qué? - ¡Nada! - Mirá, no deberías ocultar lo que sientes. ¡somos amigas! Así que la próxima, suéltalo. ¿Ok? - Okay- dijo Tany, resignándose a esa idea. - ¡Así me gusta! Mmmh… ¿Y si vamos al cine? - ¡Cool! ¿Qué película veremos? - Eeeh… no sé… Está Crepúsculo, Harry Potter… - Harry Potter mejor. ¿Vamos ahora? - No. Mañana. ¡Claro que hoy, olua! ¿Qué pasa? ¿Eh?- dijo Mari, golpeando la cabeza de Tany. - ¡Dejá de joder!- se quejó Tany, rechazando el golpe- Y bueno, vamos ya. - Okay. ¡Vamos!
Todavía sigo practicando con el photoshop. Espero que siga mejorando. A continuación, presentaré las nuevas imágenes que creé con ese maravilloso programa. Espero les guste^^
A continuación, presentaré algunos dibujos míos que hice sobre las hadas. Están hechas de diferentes formas, ya sea a lápiz o a superfino o con photoshop. Espero les guste ;)
Mi primer intento que obtuvo buenos resultados. Es bueno hacer esto con diferentes pinceles, o nunca te saldrá bien. Pero todavía tengo que mejorar. Espero que esta imagen les guste^^
Érase una vez un hombre y una mujer, que vivían felices comiendo perdices en un castillo de piedra. La mujer tenía los cabellos de oro y dientes de perla, así como un cuerpo de sirena y cintura de avispa. El hombre era alto como una jirafa, hermoso como un oso y corpulento como un toro.
Pero un día, la mujer fue atacad por un manto oscuro que cubrió su villa. Y el hombre fue devorado por las tinieblas de la maldad.
Por suerte, y como ocurre siempre, un hada madrina vino en su ayuda. Era hermosa como una flor, pero pequeña como un mosquito. El hada, al verlos en problemas, dijo:
-Abracadabra, pata de cabra, que el manto oscuro desaparezca y las tinieblas tengan diarrea. Y perdonen si fue mala palabra, solo que no tomé mi vaso de limonada.
y así, en un cerrar y abrir de ojos, o en un abrir y cerrar de ojos, el hombre y la mujer volvieron a estar juntos y decidieron agradecerle al hada de una manera disparatada: le regalaron un par de zapatos de cristal y unas manzanas envenenadas, para que el hada se las diera a unas brujas y murieran desangradas.
El hada, feliz como una lombriz, fue directo a París. El hombre y la mujer fueron a un castillo de plata para ser felices… ¡Y sin comer perdices! Solo carne de vaca enlatada.
Luego de que el lobo feroz muriera, Caperucita Roja se casó con el jefe de los cazadores, quien le había salvado la vida incontables veces. Vivieron muy felices juntos, en un pueblito que quedaba cerca de las afueras del bosque.
Tuvieron una hija hermosa e inteligente, la cual recibió como herencia la caperuza de Caperucita Roja. Pero la niña, de tan traviesa que era, un día se tropezó y cayó encima de unos potes gigantes de pintura azul. Justo llevaba puesto la caperuza y, ante tal accidente, la caperuza se tiñó de azul.
Su madre, al ver lo que había ocurrido, la regañó. Pero luego, al ver que la caperuza quedaba más bonito de ese color, lo dejó secar y se lo dio a su hija con la condición de que no volviera a cambiarlo de color.
Desde esa vez, todos la conocieron como Caperucita Azul.
Caperucita Azul conocía muy bien la historia de sus padres y su bisabuela, cómo se enfrentaron al lobo que, por mucho tiempo, aterrorizó al pueblo y al bosque. Y se sentía muy orgullosa de que sus padres hayan atribuido a terminar con semejante amenaza.
Pero, un tiempo después de adquirir su apodo, Caperucita Azul escuchó que otra vez muchos indefensos desaparecían al entrar al bosque. El pueblo temió que retornara la época del lobo feroz, por lo que no permitían que los niños y las mujeres salieran solos por el bosque.
Caperucita Azul, como toda niña curiosa, le preguntó a su madre si así era en su época.
-¡Ni te lo imaginas!- le dijo Caperucita Roja- habré tenido tu edad cuando mi madre me mandó a la casa de tu bisabuela a llevarle pastel. Como sólo éramos dos mujeres, debíamos tomar las máximas precauciones. A pesar de todo, el lobo pudo engañarme fácilmente… ¡Y caí en su trampa!
-Pero si el lobo ha muerto… ¿Por qué se rumorea que ha retornado?
-Bueno, aparecieron nuevas víctimas y desaparecidos. Pero no creo que sea el lobo feroz. ¡Si yo misma lo vi morir! De seguro es otro lobo u otra criatura más espantosa y cruel que cualquier otra bestia…
-Si es así, eso quiere decir que nunca más podré visitar a mi abuela. Ella sí que vive cerca del bosque.
-Por ahora no. Al menos hasta que pase el peligro. No te preocupes, hija. Tu padre y los otros cazadores están protegiéndonos esto pasará rápido. Ya lo verás.
Pero Caperucita Azul no se sintió satisfecha con aquella explicación.
Días después, se trajo al pueblo un lobo muerto. Todos festejaron, porque creyeron que al fin pasó el peligro.
Caperucita Roja, entonces, le dio a Caperucita Azul unos panecillos para dárselos a la abuela. La niña se puso muy contenta: por fín podía salir de su casa.
Antes de partir, Caperucita Roja le dio un cuchillo para defensa personal y la misma recomendación que había recibido años atrás.
-No vayas por el camino largo. No te distraigas y no hables con extraños.
Caperucita Azul fue por el camino corto, saltando y cantando. Poco a poco se iba alejando del pueblo y estaba entrando en una arboleda. Caminando un poco más, encontraría la casa de su abuela. Sabía que, en el corazón del bosque, estaba la casa de su bisabuela. Pero ya nadie habitaba ahí, dado que la bisabuela murió hacia un tiempo.
Durante el camino, la niña se encontró con un lobezno, que tenía la pata lastimada. A pesar de lo que sus padres le dijeron acerca de los lobos, Caperucita decidió ayudarlo. Después de todo, era solo un cachorro.
Como no tenía vendaje, usó un trozo de su vestido para vendar la pata lastimada.
El lobezno, al ver lo que la niña había hecho, le lamió la mano y dijo:
-Gracias por ayudarme.
-No fue nada- le dijo Caperucita Azul- ¿Quién o cómo te lastimaste?
-Fue un lobo- respondió el cachorro, con voz lastimera- es hijo del lobo feroz, quien ensució el nombre de todos los lobos y, por eso, los cazadores matan a cualquiera.
-Pero en el pueblo dijeron haber matado a ese lobo…
-¡Esa era mi madre! Y solo atacaba cuando se sentía amenazada. Aquel lobo la engañó… ¡Y por eso fue asesinada!
-¡Qué terrible! No te preocupes, haré algo para acabar con ese lobo… si mi padre y mi madre pudieron, ¡Yo también!
-Perderás la vida. No te lo recomiendo.
Pero Caperucita Azul no quiso escuchar razones.
De repente, escuchó un ruido. Caperucita Azul sintió que alguien estaba detrás suyo. Se dio la vuelta, pero no vio a nadie. El lobezno empezó a aullar, lo cual significaba que había peligro.
Y entonces, frente a ellos, apareció un lobo gigantesco y horrible. Caperucita supuso que tenía el tamaño de un león, aunque nunca había visto uno. El lobo la miraba con una sonrisa maliciosa, mientras ella abrazó al lobezno para protegerlo. Pero sabía que era inútil: solo era una niña pequeña y frágil. Lo único que tenía era su valentía, por lo que decidió demostrarle al lobo que no tenía miedo.
- ¡Vaya! ¿Qué hace una niñita por aquí sola? Y… ¡Qué veo! ¡Cuidando de un perrito!- le dijo el lobo, con una falsa amabilidad.
- ¡Soy un lobo, asesino!- le dijo el lobezno, al ofenderse por ser llamado “perrito”- y nunca te perdonaré por lo que le hiciste a mi mamá.
- Has hecho daño a todos- le dijo Caperucita Azul, enojada- tu padre también hizo lo mismo. ¡Casi mató a mi mamá! Y si eso pasaba, yo no estaría aquí para vengarme.
- ¡Pero qué valentía!- le dijo el lobo, con burla- yo nunca conocí a mi padre, pero mi madre me lo contó todo. Y siempre quise vengarme… ¡Y qué mejor hacerlo con la hija de esa idiota y el cazador!
- ¡Mi mamá no es idiota!
- Eso ya lo veremos.
Y estuvo a punto de abalanzarse sobre la niña, cuando el lobezno saltó y le mordió una pata al lobo. Y mientras intentaba detenerlo, le ordenó a Caperucita Azul que huyera, que se encargaría de todo.
- ¡Descuida! ¡Pediré ayuda!- le dijo Caperucita Azul
Y se fue corriendo.
No se atrevió a mirar atrás. Había dejado los panecillos, pero eso no le importó. Por suerte, no estaba tan lejos del pueblo, por lo que podía advertirle a todos de que el peligro todavía no pasó.
Se tropezó con un tronco caído y se lastimó la pierna. Intentó levantarse, pero mientras más se movía, más le dolía.
Entonces, vio que el lobo se acercaba a una velocidad sorprendente.
Caperucita Azul se sacó la caperuza y lo arrojó a la cara del lobo. Eso le dio unos segundos de oportunidad para, por lo menos, esconderse. Y lo mejor que encontró fue debajo de un árbol, cuyas raíces gigantes sobresalían del suelo.
El lobo se libró de la caperuza y lo hizo trizas. Rabioso, empezó a buscar a la niña, pero no la encontraba. Al final, dijo:
-Pequeña, sé que todavía estás por aquí. ¡Sal de donde estes! Si no te puedo ver, te puedo “oler”
Caperucita Azul no se movió. Tenía el cuchillo que le dio su madre, por lo que, cuando el lobo la encontrara, se lo clavaría en el corazón o en la cabeza. Solo así terminaría con la amenaza.
El lobo siguió hablando, mientras buscaba a la niña.
-¿Sabes? Fuiste muy injusta al hablar de mi padre. Él solo seguía sus instintos, como todo lobo. Pero mataron a sus padres… ¡Esos malditos humanos! Tenía que vengarse, no tenía otra opción. Así que, ¿De dónde sacas eso de que quieres vengarte? ¡Soy yo el que debería decirlo! Pero ahora no te haré nada. Solo quiero charlar contigo. ¿Dónde estás? ¡Sé buena niña y sal! O no te devolveré la caperuza.
Caperucita no se movió. En su escondite, vislumbró la espalda del lobo. Se sorprendió cuán rápido había llegado, a pesar de no haberla visto. Y así supo que lo de la caperuza era una excusa, dado que no lo tenía por ningún lado. Aún más sintió ganas de atacarlo con todas sus fuerzas. El lobo siguió.
-Ni mi especie me ha comprendido. ¡Tonto de ese pequeño idiota, que intentó derrotarme! Lástima que no lo he matado, solo porque es lobo. Y encima tuvo la osadía de atacarme para defenderte, pequeña. ¿Quieres saber lo que le pasó cuando huiste? Si quieres saberlo… ¡Sal de tu escondite!
-¡Así lo haré!- gritó Caperucita Azul, saliendo de su escondite y clavando el cuchillo en el lomo del lobo.
Al mismo tiempo, el lobezno reapareció y también atacó al lobo, mordiéndole el cuello. Se había quedado inconciente cuando salvó a Caperucita Azul, pero despertó y, a pesar de su pata lastimada, logró llegar hasta donde estaba el lobo y la niña.
El lobo empujó a ambos y los hizo caer al suelo. Caperucita y el lobezno, ambos lastimados, no pudieron levantarse.
Y cuando creían que todo estaba perdido, aparecieron varios cazadores y una manada de lobos, formando una extraña alianza para acabar, de una buena vez, con aquella amenaza que atentaba contra las personas y contra los animales.
El lobo, que no pudo con tantas personas y lobos, se debilitó y murió.
Luego del hecho, Caperucita Azul contó todo lo ocurrido. Su madre, Caperucita Roja, se culpó por haberla enviado sola a la casa de la abuela que, por suerte, nunca participó del hecho. Ni siquiera se había enterado de lo ocurrido.
El líder de la manada de lobos habló con Caperucita Roja, el jefe de los cazadores y el gobernador del pueblo. Era la primera vez que hacían una asamblea de ese estilo, por lo que todos participaron. El líder lobo narró lo ocurrido, cómo fue que el lobo feroz empezó a atacar a los humanos y a los animales por placer, lo cual generó que se le expulsara de la manada. Pero, en esos momentos, no sabía cómo se ensuciaría el nombre de todos los lobos. Y lo peor fue que, con una loba que lo seguía, tuvieron un hijo. El lobo feroz, luego de su muerte, fue usado por la loba como excusa para lavarle el cerebro a su hijo y así seguir los pasos del padre. Cuando la loba murió, entonces el lobo hizo lo suyo. Y lo demás ya era historia sabida.
-De eso no tenía ni idea- dijo Caperucita Roja- al final, esto se ha convertido en una venganza sin vueltas… por poco y mi hija casi caía en ese camino.
-La verdad, como cazador, solo sé que, cuando alguien apeligra, debo disparar- dijo el jefe de los cazadores- Caperucita y su abuela estaban en peligro, por eso maté al lobo feroz. Pero nunca creí que eso podría influir en mi hija. Realmente siento lo que pasó.
-El matar por defender no está mal- dijo el líder lobo- han hecho lo correcto, humanos. Solo espero que nunca más suceda algo como esto.
-Entonces, haremos un pacto- dijo el gobernador- yo, que mando aquí, declaro que, tanto los lobos como los humanos, vivirán en perfecta calma, sin atacarse porque sí. Y el que no cumple con esa norma, me aseguraré de que se le aplique el castigo debido
-Estoy de acuerdo- dijo el lobo- yo también me aseguraré que ningún lobo ataque a un humano.
Todo eso lo anotaron en un papel, donde firmaron los representantes más importantes de ambos bandos: el líder de la manada, el gobernador, el jefe de los cazadores, Caperucita Roja, el lobezno y Caperucita Azul. Estos dos últimos, por ese hecho, se volvieron los representantes más importantes del pueblo y de la manada.
Y así, Caperucita Azul volvió a tener una vida tranquila y normal, feliz de que todo se haya solucionado y de tener un lobo como amigo. Porque, como lo supo bien ese día, no es bueno generalizar ni juzgar si uno no conoce bien el motivo de una causa o hecho ocurrido, o el porqué uno se comporta de cierta manera y daña a otros. Y también aprendió a no meterse más en problemas ni a cometer locuras que podrían, incluso, acabar con su vida.
Para Alicia, aquel libro gigante era como un portal hacia otras dimensiones. Era del mismo tamaño de la niña y parecía tener más de cien páginas en su interior. Con solo verlo le entró ganas de explorarlo. Por lo que, un buen día, Alicia abrió el libro… y se llevó la desilusión de que solo tenía hojas blancas. Frustrada por ese hecho, se fue a la cama y se tomó una siestita. Mientras dormía, soñó que el libro la condujo a un mundo oscuro y silencioso. Alicia, como una alienígena exploradora de la galaxia, empezó a recorrer por el lugar. Y mientras recorría, se dijo que sería lindo que el mundo estuviese poblado de gatos, dado que le encantaban los gatos. Y mientras pensaba en eso, escuchó un ronroneo. Alicia giró la cabeza hacia donde provenía el sonido y, en efecto, vio a un gato gris y peludo, como una bola de pelos. La niña se puso eufórica por el gato y, enseguida, se le ocurrió que ese mundo también debería tener hermosos árboles y flores gigantes como casas. Una puerta se abrió. Alicia pasó por ahí y se encontró con un extraño bosque, lleno de árboles de distintos colores y flores gigantes… tal como ella lo quiso. Lo del gato pudo haber sido una casualidad. Pero las flores y los árboles… Alicia, entonces, se le ocurrió pensar en lo lindo que sería que su mejor amiga estuviese ahí. De entre los árboles, la vio. Su amiga, llamada Soledad, la saludaba con la mano. Soledad era pequeña como un gnomo, pero hermosa como un ángel. Y a Alicia le causó gracia al verla vestida como un gnomo, pero con alas de ángel. Por lo que se acercó a ella y le preguntó qué hacía ahí. - No lo sé- dijo Soledad- todo esto es tan extraño… Alicia, entonces, llegó a la conclusión de que, en ese mundo, todo lo que deseaba se volvía realidad. Por lo que, muy feliz, dijo: - ¿No te parecería lindo que lloviera caramelos en vez de agua? Antes de terminar con la pregunta, el cielo se nubló y empezó a llover… ¡Caramelos! Alicia se sintió la niña más feliz del mundo. Pero luego, sintió mucho sueño y se quedó dormida. Al despertar, se encontró acostada encima del libro gigante, abierto de par en par. Solo que la diferencia era de que las hojas ya no estaban blancas como la nieve. Estaban llenas de textos y dibujos, describiendo con exactitud el sueño que tuvo y lo mucho que lo disfrutó.
Dolor, sorpresa Ante los ojos de la verdad. Espanto ante Lo que tememos enfrentar. El descubrimiento deja huellas, No se borran; Las sombras son el único consuelo… La sorpresa del espanto Y del terrible dolor Convierten la realidad En mentiras de la ficción.
Siempre me habían gustado las aves. Me parecían elegantes, hermosas… y también me parecían que eran las más afortunadas de la naturaleza, por tener la posibilidad de volar en cualquier momento. Pero nunca creí que yo podría transformarme en un ave… para ser más precisa, en un águila. Al principio, fue doloroso. Pero luego, el dolor se fue y quedé profundamente dormida. Al despertar, me sentí extraña. Sentía que era otra, que mi cuerpo era un poco liviano… hasta que decidí mirarme al espejo y descubrir que todo rasgo de humanidad había desaparecido. Plumas, pico, alas… en eso me había transformado. Por eso, no evité lanzar un grito de espanto y descubrir que no era mi voz la que salía, sino un sonido extraño. Mis padres me escucharon y entraron en mi pieza, para ver lo que me pasaba. Ellos estaban más asustados que yo. Quería explicarles lo que pasaba, pero ellos no entendían mi nuevo lenguaje: ya pertenecían a otra especie. Desconsolada, me lancé por la ventana y, automáticamente, mis alas se extendieron y se movieron, de manera que quedé flotando por unos segundos en el aire. Me caí. Perdí el equilibrio. Me dí cuenta de que, para sobrevivir, tenía que aprender a volar. Pero antes, me arrastré por el suelo y me escondí entre los matorrales. Así fue como me alejé de mi casa y de mi familia. Ya cuando estuve lejos de todo lo que sonaba a humano, empecé a practicar. Al principio, no lograba mantener el equilibrio. Solo daba saltos inútiles. Luego, lo intenté saltando de lugares altos, aunque solo conseguí caer despacio, de manera a no lastimarme tanto. Y así estuve hasta que se hizo de noche. Se me vino en la memoria la vida que perdí: cuando salía del colegio y mi padre me tomaba de la mano para cruzar la avenida; cuando mi madre, a la hora de dormir, me tapaba y me daba un besito de las “buenas noches”… y al ver que nunca más disfrutaría de esos privilegios, empecé a llorar. Entonces, escuché que alguien me decía: - ¿Algún problema, amigo? Lo miré. Era otro águila, solo que más grande. Me alegré de encontrar a alguien que hablara mi mismo idioma. Por lo que le dije: - Perdí a mis padres… ya no me conocían. Por eso estoy aquí, intentando volar. Pero… no puedo… - A tu edad muchas águilas ya vuelan- me dijo mi nuevo amigo- pero lástima lo de tus padres. Suele pasar. A mí me sacaron del nido apenas pude volar y traer mi primera presa. - Pero yo era antes humana… solo recuerdo que, en una noche, sentí mucho dolor y empecé a transformarme… no espero a que me creas, pero así pasó. - Mmmh… olvidaré que dijiste que fuiste humano. Ahora, te ayudaré un poco: te enseñaré a volar y a cazar. Pero olvídate de tus padres. Actúa como si nunca los hubieses visto. Acepté. No tenía otra opción, porque quería vivir. Las lecciones fueron rápidas y sencillas. Me enseñó a desplazarme por el aire, a cómo debería impulsarme para volar, a aterrizar sin dañarme las patas… y cuando aprendí todo eso, me enseñó a cazar. Al principio, me costó un montón. Pero aprendí a utilizar mis ojos, que veían más que cuando era humana, y logré cazar un conejo. Mi amigo me felicitó y nos dimos un buen festín. Y ahora, estoy aquí, volando y disfrutando de mi nueva vida. Eso sí, nunca olvidé a mis padres ni a mi vida pasada. A veces me vienen los recuerdos y siento que los extraño mucho. Pero entonces, empiezo a volar y los olvido enseguida, recordando que por fin se cumplió mi deseo de volar y que por fin podía sentir y vivir como una auténtica ave.
Todos los días la niña iba al mercado y vendía sus naranjas. Era lo único que se le ocurría hacer para sobrevivir. A pesar de que no tenía tanto éxito con sus ventas, el dinero ya le alcanzaba para comprar comida y bebida. Pero no para comprarse cosas bonitas con que siempre soñó. Sin embargo, lo que más quería era un vestido que se vendía frente al sitio en donde trabajaba. El vestido era celeste, con bordados de gatitos rosados y un hermoso moño en la cintura. Siempre soñaba con, aunque sea, ponerselo una sola vez y pasearse por la calle como una niña rica. Y por ese sueño, trataba de vender el doble de las naranjas, aunque todo intento fue en vano. Rebajaba los precios, seleccionaba las naranjas más bonitas, lanzaba elogios a las personas que pasaban… pero seguía obteniendo la misma cantidad de dinero de siempre. Un día, mientras estaba vendiendo como de costumbre, vio que una señora se paró frente al vestido. La pequeña vendedora tuvo un mal presentimiento, por lo que olvidó su venta y se acercó disimuladamente a la señora. Ésta, que no se percató de su presencia, siguió observando el vestido con asombro, con deseo de tenerlo y con ganas de entrar al negocio para comprarlo. La niña no entendía cómo a una señora le podría gustar un vestido para niñas, hasta que le vino en la mente de que esa señora compraría el vestido para una hija que tendría. Y, al pensar en esa posibilidad, la naranjerita deseó ser la hija de esa señora y no una simple vendedora de naranjas. La señora dejó de mirar el vestido y entró en la tienda. Como dejó la puerta abierta, la niña entró con disimulo. Así comprobó que la mujer realmente compraría ese vestido. Escondida detrás de un estante, la niña escuchó la conversación de la señora con el vendedor de la tienda. - Buenas, quisiera saber el precio del vestido de niña que está en la vidriera. - ¿Se refiere al vestido celeste con bordado de gatitos rosados? - Sí, de ese mismo. Quiero comprarlo para mi hija. - Espera, que veré su precio. El dueño abrió un libro, donde estaba el catálogo de todas las ropas que vendía, con sus precios y descuentos. Cuando encontró el precio del vestido, se lo dijo a la señora y le ofreció un descuento del 20% - Lo compraré con el descuento. Quiero ese vestido envuelto en papel regalo, si es posible. - Como no, señora. Enseguida se lo voy a envolver como usted lo desea. El dueño del local puso el vestido en la mesa en donde se envolvían los regalos. Luego de elegir un hermoso papel para envolverlo, la niña no pudo aguantar más y, aprovechando la distracción de ambos, les sacó el vestido y empezó a correr hasta la puerta. Ya cuando creía que estaba libre de ellos, su pollera se enganchó en el picaporte. Trató de librarse, aunque eso haría que la pollera se rompiera más de lo que ya estaba. Pero no le importó, total, ya tenía el vestido que tanto le gustaba. Por lo cual sería un gran reemplazo de los harapos que comúnmente usaba. Aún así, por más que estiraba, no lograba desprenderse. Parecía como si la puerta misma no quisiera que escapase. Por esa misma razón, el vendedor la atrapó con mucha facilidad. Le desengachó la pollera de la puerta con violencia, le dio un fuerte coscorrón en la cabeza y le sacó el paquete que contenía el vestido. La pobre niña empezó a llorar. - y… yo solo quería… ese… vestido… pero nunca… lo tendré… mientras no tenga… el dinero… para… comprarlo… como… esa señora… la señora, al ver cómo la naranjerita lamentaba no poder tener el vestido, se compadeció de ella. Total, ya podía comprarle otro vestido a su hija. En cambio, la naranjerita nunca tendría esa oportunidad. - Quiero comprar otro vestido. Éste se lo doy a la niña. - Pero señora, yo… - No te preocupes por el precio. De todas maneras, Dios premia a los que ayudan a los necesitados. El dueño de la tienda tragó saliva. Esa niña siempre había estado frente suyo, vendiendo naranjas todos los días, contando domingos y feriados. Y nunca, ni siquiera le compró ni una naranjita para ayudarla. Por esa gran desconsideración, le dio el vestido a la niña y le mostró otros vestidos a la señora. La pequeña, al ver que por fin obtuvo lo que siempre quiso, fue rápidamente a su casa, se probó el vestido y sintió que, poco a poco, volvía a creer en la esperanza de una vida mejor. Solo dependía de cuál puerta debía cruzar y con qué propósito lo haría. No se equivocó. En los días venideros, su vida mejoró poco a poco.
No somos todos los que estamos y no estamos todos los que somos” Decía, como bienvenida, el letrero que estaba en la entrada del manicomio. Eso lo sabía muy bien la ciega loca que, a pesar de su oscura existencia, tenía los oídos más agudos que cualquier ser humano común. Ella jamás pisó el manicomio, que estaba a una cuadra de su casa. Todos la temían, dado que tenía muy buen oído y olfato como lo suelen tener ciertos animales en su estado. Creían que, si se lo proponía, podría atacarlos como si fuesen monstruos o aliens. A veces hablaba con un amigo inexistente acerca del manicomio y del letrero que tenía como bienvenida al tal horrible lugar. Un día, la escucharon decir: - ¿Así que son los locos los que están sueltos y los cuerdos lo que están encerrados? Pero óyeme bien, viejo amigo! Yo no pienso ir a ese lugar hasta que muera… ¡No estoy loca! Solo que muchos envidian mi condición de ciega y no pueden hacer nada para remediarlo. Cuando dijo todo eso, arrojó una que otra piedra para ahuyentar a los supuestos monstruos. Cierto día, temerosos por los constantes abusos de esa mujer hacia los demás, los vecinos fueron hasta su casa y la obligaron a salir de ahí. Hicieron llamar a los médicos del manicomio, que estaban listos para lo peor. Forzaron la cerradura y, al entrar, encontraron a la ciega completamente desnuda, recostada sobre el sofá y hablando a gritos entrecortados, como si fuese atacada por alguien. - ¡Déjame, maldito! ¡Déjame y vete a tu cueva, tloglolita! ¡Ya es suficiente con lo que me dice la gente de afuera! Los médicos, no sin antes compadecerse de la condición de la mujer, la tomaron de los brazos y las piernas, inmovilizándola completamente. Luego de un grito corto, se quedó en silencio. Seguía forcejeando, por lo que tuvo que ser inyectada para que se durmiera. Antes de que la anestesia cobrara efecto, uno de los médicos se preguntó que qué era lo que tanto decía la gente de ella. La respuesta no tardó en responderse: - Que estoy loca. Pero por lo visto no piensan mandarme para el manicomio mientras no empiece a tirar piedras.
Las joyas estaban esparcidas. Ella nunca más las usaría… era para nosotras. Nos repartimos, regalamos unas cuantas… pero, al final, encontré uno que me encantaba: una cadenita de plata, cuyo medallón era la figura del sol.
Me vinieron sus recuerdos: se colgaba de su cuello, como si realmente tuviese en sí un fragmento del sol. Me encantaba… a veces me lo prestaba y me lo ponía. Me dijo que combinaba con mi nombre, porque yo, de alguna manera, también soy un “fragmento de sol”.
Al ver esa cadenita, le dije a mi hermana que me quedaría con eso. Ella aceptó. Total, no es de usar mucho las joyas.
Cada tanto, cuando me siento sola o quiero hacer algo, me pongo la cadenita. Sonará absurdo, pero es como si mi madre me acompañara. Nunca he creído en el valor de los objetos; siempre me parecieron cosas sin vida, que se usan y se tiran. Pero no me sucede lo mismo con la cadena. Sin ella, es como si me faltara las energías del sol para seguir adelante.
Un día, el sol se soltó de la cadenita. Me desesperé: temí que se hubiese roto. Por suerte, una compañera del cole me lo puso en su lugar, diciendo que eso suele pasar cuando se juguetea con los collares. Aún así, temí haber perdido ese recuerdo… ese fragmento del brillo que es una de las pocas cosas que me mantiene en contacto con mi mamá.
Ahora, intento ponerlo en un lugar visible de mi pieza, donde sepa que no se perderá. Un fragmento de sol será poco, pero ayuda mucho. Después de todo, lo que nos rodea también son fragmentos de sol… pero algunos son más importantes que otros.
Iba moviéndose lentamente alrededor del sitio en donde se hallaba. Veía lo que pasaba en su entorno, con una mirada perdida pero llena de curiosidad. En algunos momentos, veía lo que le iba a pasar si se quedaba ahí, si comenzaba desde donde estaba. Escuchaba los sonidos y ruidos que producían los que lo rodeaban. No podía identificar ninguno, dado que nunca antes había escuchado ni visto nada. Todo le causaba admiración, a la vez que sentía cierto temor a lo que no conocía. De repente, su entorno desapareció. Empezó a caer lentamente, sin saber en qué hoyo se metió. Algo salía mal, porque todavía no le había llegado su tiempo. Tal vez, por razones del destino, el comienzo de la tarea se le había adelantado. O tal vez, por otros motivos, ni siquiera tendría que comenzar. La caída aumentó su velocidad; caía en picada. Oyó un grito. ¿Quién sería? Alguien empezó a gritar de dolor y horror. ¿Qué habría pasado? Oyó una risa, algo sarcástica, como si fuese que gozara del dolor ajeno. No entendía porqué pasaba eso, pero cualquiera que fuese el motivo de tal grito y carcajada, le producía un miedo inimaginable. Luego de eso, vio una luz. Era brillante, tal como le dijeron que sería cuando comenzaría con la tarea. Pero no le produjo alegría, sino miedo y desesperación. Después sintió que algo le había atravesado el cuerpo, probablemente en algún punto vital. La luz que vio hacia unos instantes desapareció completamente. Se quedó ciego y, poco a poco, empezó a tener dificultades para respirar. No entendía lo que pasaba. Lo último que recordó después de eso, fueron estas palabras crueles como el hielo: “ahora todo ha terminado. El aborto fue un éxito”
Ya lo había publicado, pero le puse algunas correcciones, que creo que le quedarán mejor. Espero que les guste ^^
El saludaba. Yo contestaba. No sabría decir bien cómo habíamos logrado un acuerdo, siendo de dos mundos diferentes… dos bandos que eternamente se enfrentan entre sí.
Aquella noche de luna llena, bajo el muérdago de nuestros pesares, el pacto que nos hemos propuesto fue llevado a cabo. Tuvimos placer, a la par que sufrimos. Siempre se habla del sufrimiento como se habla del placer… y más aún cuando ya nos dominan.
Aquella noche, nos dejamos llevar. Me sorprendió la forma en que me invadía, como una sensación nueva el cual había olvidado.
Con las manos en las rodillas, a causa de la presión contra mis nalgas, contra las plantas de mis pies… sus manos iban presionando mis rodillas, mientras me preguntaba qué era lo que presionaba contra las nalgas, contra las plantas de los pies. ¿Será el suelo al cual estábamos apoyados? ¿O la sensación de que teníamos que afrontar lo prohibido?
Sé que tenía los ojos abiertos, a causa de las lágrimas. ¿Será por el dolor?
Él, al ver mis lágrimas, trató de limpiarlas con sus labios, de consolarme y de decirme que nada iría a pasar. No era eso la causa de mis lágrimas. Sabía que tenía miedo, pero no era eso la causa de mi llanto.
Temía que eso terminara, porque todo aquello que hacemos o vemos siempre tiene un fin. Él lo comprendió, dado que sentía lo mismo. Por lo que, aquella noche, decidimos disfrutar el presente. Uniendo aquel sufrimiento en uno, mezclarlo con el placer, por más diferentes que sean el uno con el otro. Pero también aprendimos que, aunque les entreguemos cada vez un alma y un cuerpo modificados por la vida, nunca conoceremos del sufrimiento y del placer en todo su esplendor.
Y así como él y yo somos de dos bandos diferentes, lo son también el sufrimiento y el placer. Pero de algo estoy segura, desde el momento en que se llevó a cabo el pacto: aquella criatura que se formó del placer y sufrimiento, del que no sé nada en estos momentos, unirá, de alguna u otra forma, los dos mundos a lo que pertenecemos, se acabarán las diferencias y el amor volverá a nacer.
Luego de varios experimentos, me salieron lindas imágenes mezclando dibujos míos con fotos. Por supuesto me falta mejorar, pero la práctica hace al maestro... dicen qué... Bueno, les muestro algunas de mis imágenes. Espero que les guste^^
Las joyas estaban esparcidas. Ella nunca más las usaría… era para nosotras. Nos repartimos, regalamos unas cuantas… pero, al final, encontré uno que me encantaba: una cadenita de plata, cuyo medallón era la figura del sol. Me vinieron sus recuerdos: se colgaba de su cuello, como si realmente tuviese en sí un fragmento del sol. Me encantaba… a veces me lo prestaba y me lo ponía. Me dijo que combinaba con mi nombre, porque yo, de alguna manera, también soy un “fragmento de sol”. Al ver esa cadenita, le dije a mi hermana que me quedaría con eso. Ella aceptó. Total, no es de usar mucho las joyas. Cada tanto, cuando me siento sola o quiero hacer algo, me pongo la cadenita. Sonará absurdo, pero es como si mi madre me acompañara. Nunca he creído en el valor de los objetos; siempre me parecieron cosas sin vida, que se usan y se tiran. Pero no me sucede lo mismo con la cadena. Sin ella, es como si me faltara las energías del sol para seguir adelante. Un día, el sol se soltó de la cadenita. Me desesperé: temí que se hubiese roto. Por suerte, una compañera del cole me lo puso en su lugar, diciendo que eso suele pasar cuando se juguetea con los collares. Aún así, temí haber perdido ese recuerdo… ese fragmento del brillo que es una de las pocas cosas que me mantiene en contacto con mi mamá. Ahora, intento ponerlo en un lugar visible de mi pieza, donde sepa que no se perderá. Un fragmento de sol será poco, pero ayuda mucho. Después de todo, lo que nos rodea también son fragmentos de sol… pero algunos son más importantes que otros.
Todos los días tomamos café en una hermosa casa de paredes extrañas. De vez en cuando, leemos algo que hemos escrito, o simplemente escribimos en el momento. A veces estamos todos y a veces algunos faltan. Como siempre. Pero al que siempre esperamos con ansias es al escripción. Es una persona muy peculiar: alto, de cabellos largos hasta la cintura y con las ropas más extravagantes que uno se pueda imaginar. A simple vista, es un Friki. Pero en realidad es la persona más común y corriente de todas. La mayor parte del tiempo nos muestra sus escritos. Casi siempre son párrafos o simples oraciones, pero de alguna manera, sus palabras nos impactan. Son como pequeñas flechitas que dan directo al blanco. El escripción, mientras escribe, toma litros y litros de café. Y los toma sin ponerle azúcar ni edulcorante. Dice que el café amargo estimula más la imaginación. Pero entonces me pregunto: ¿Por qué escribe puras oraciones o párrafos si, al tomar semejante café, su imaginación se eleva a la altura del cielo? Así que, un buen día, se lo pregunté. Me miró fijamente a los ojos, sin pestañear. Parecía que estaba pensando en una buena respuesta. Pero no se hizo esperar y dijo: “Soy un escripción, un extraño espécimen que ama sus escripcionalidades” Luego de eso, intenté tomar el café sin azúcar. No pude soportarlo: era demasiado amargo. Aún con el azúcar, el café es amargo pero bebible. Pero, para experimentar lo que sentía el escripción y por pura curiosidad, me tomé el café de una sola vez. Las consecuencias fueron la sensación del amargo café en la boca por horas, la risa de los que estaban en la casa por hacer tal intento y un nuevo intento de aliviar mi sentido del gusto con el agua… sin ningún éxito. Y también el soportar que los demás me digan que aún soy joven para tomar cosas amargas. El escripción fue el único que no se rió. Es más, me trajo un caramelo para aliviarme y sacarme el gusto del café amargo de la boca. Cuando se me pasó el efecto, me di cuenta de que me sentía igual que antes: mi imaginación no se incrementó en ningún momento y mis escritos eran iguales que siempre. Y así seguimos, todos los días, tomando café y compartiendo lecturas y escrituras. Pero sigue el misterio del escripción, aunque ya nos hemos acostumbrado a sus rarezas y a sus cortos escritos que siempre esperamos con ansias.
La muerte Aún no me explico cómo, segundos antes, no sentía esta terrible soledad. Debe ser porque mis oídos se acostumbraron a los gritos de guerra, que solo aumentaba el odio entre los bandos. Debe ser por las balas que recibí, que ahora estoy solo en esta oscuridad vacía y silenciosa. Siento envidia por los vivos… y ellos sentirán lo mismo por mí. Así es la vida…
El amor Siento una inmensa emoción cada vez que lo veo. Me inspira confianza y seguridad, algo que nunca tuve con el de antes. Siento una pasión, que me inunda y me llena de alegría. ¿Será esto amor? Porque se le parece…
Celos Esto es un secreto que guardo en mi corazón. Yo amo la sinceridad, y me encanta que las personas me lo demuestren. Por eso, no me siento parte de esta mentirosa sociedad que contamina la nación en donde vivo. Por eso, siento celos por los que se alegran de la falsedad: se los ve felices… y eso no lo tolero.
El salvaje En su mundo, solo existe el peligro y las peleas. Pareciera que él mismo se siente vacío cada vez que no se enfrenta a una discusión. Por eso me agrada.
Sentimientos Esto es inapelable. El patriotismo de ciertos hermanos no puede sentir ningún afecto hacia los defensores de la homosexualidad. ¿Acaso no se dan cuenta de que ellos también sienten el mismo amor hacia la patria, como el resto de los mortales? ¡Cómo escasean los sentimientos hoy en día!
Es impresionante cómo se producen varios efectos con el blanco y negro, por eso muchos todavía siguen utilizandolos en las fotos o imágenes. Yo también hice lo mismo, y ahora les mostraré estas imágenes que les puse esta clase de efectos. Espero les guste^^