Antes del accidente, la mujer se había comprado el vestido. Quería sorprender a su marido colgándolo en alguna parte. El marido, al llegar, vio el vestido y expresó su deseo de verla con esa hermosa prenda. La mujer le pidió que comprara champagne, así festejarían su aniversario. El marido, apenas salió de la casa, y escuchó a su esposa gritar. Al darse la vuelta, ya el suceso estaba hecho, arruinando un año de increíble matrimonio.
Al año siguiente, él regresó y solo encontró el vestido. Seguía colgado en ese pedazo de pared que quedó en pie. El viento hacía que la falda se moviera con mucha brusquedad, de manera que daba la impresión de que estuviese bailando. El viudo vislumbró a su esposa, con el vestido puesto y con una sonrisa de ángel. Quiso acercarse, pero sentía miedo de perderla. Por lo tanto, decidió regresar al día siguiente para comprobar si seguiría ahí.
Y regresó. Y al siguiente, y al otro… y siempre la veía en el mismo lugar y con la misma sonrisa. Y pasaron los años, y la esposa nunca cambiaba de aspecto. Solo el marido, que cada día le abandonaba su juventud, aunque su mente aún quedaba estancada en el tiempo, con el deseo de abrazarla y haber disfrutado el momento.
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