Aún tengo a mi padre, a mi hermana y a todos mis parientes, así como a mis amigos y compañeros del colegio. Pero aún así, algo me falta.
Me faltas tú, que te has ido a otro lugar. ¿Por qué tuvo que ocurrir esto? ¿Qué fue lo que realmente pasó? Hay cosas que aún no entiendo y, en el fondo de mi corazón, todavía espero tu llegada.
La vida ya no será la misma sin tu presencia. Sé que solemos pelearnos o no nos poníamos de acuerdo en algo. Pero eso pasa en todo tipo de relación. Las mejores familias se pelean. Aún así me pregunto… ¿Por qué te has ido, sin esperar a que te pida perdón? Aún hay muchas cosas por hacer, mucho por ver y vivir.
Dios querrá que esté lejos de ti, por eso pasó lo que pasó. Aún así, no sé si podré hacerlo esto sin ti. Todos te extrañan y nunca piensan olvidarte.
¿Te acuerdas de los momentos que pasamos juntas? Ahora solo trato de recordar los buenos momentos, porque también tuvimos malos momentos. Siempre te leí mis escritos y fuiste la primera en apoyarme en mis sueños. Justo cuando estuve a punto de publicar un libro, te has ido. Sé que desearías gustosa estar en mi presentación, pero ahora… solo estarás viendo desde el lugar en donde estás.
Y siempre me llevabas a tantos lugares, en donde aprendí muchas cosas y maduré en todas las formas que ni te imaginas. Y también siempre me aconsejabas, como madre que eres. Y tantas veces, de tanto escuchar lo mismo, miraba a otro lado o no te hacía caso.
Si estuvieras aquí, harías algo por mis resfríos o mis gripes, así como también sabrías exactamente qué remedios tomar. Claro que nunca me gustaron los remedios ni nada que fuese inyecciones o vacunas. Pero siempre los aceptaba porque, con el tiempo, “me haría bien”.
Y también, madre mía… en aquellos tiempos que me llevabas a misa, o me hablabas de extraterrestres o mostrabas fotos con “seres raros”. Siempre has sido muy católica, pero también tenías otras ideas de otras creencias que las aceptabas fácilmente. De ti aprendí a no centrarme en una sola cosa, sino a tener la mente abierta, aunque al final yo te lo hacía recordar.
Hace días no escribo. Sé que desearías saber el final de mi novela, pero desde que te fuiste… no se cómo continuarlo. Aún así, algún día me pondré las pilas y seguiré escribiendo, porque juré que nunca dejaría de escribir ni de hacer lo que más me gusta. Y no dejaré por la borda todo lo que logramos juntas. Sé que eso no te gustaría. Seguiré luchando, esta vez con los parientes y amigos que me quedan. Y también procuraré mejorar y ser cada día una buena hija, así como siempre quisiste que sea.
No sé si verás la carta que te he escrito. Seguro que sí. Solo espero saber en dónde te encuentras, o verte en algún momento en este mundo… o en otro… sé que en el fondo de mi corazón, volveré a verte otra vez. Te vi en sueños, por eso estoy segura de que volveré a verte.
Y para terminar esta carta, pondré al final una poesía que encontré, que es muy linda y que de seguro te va a gustar.
Sólo el amor de una madre
Sólo el amor de una Madre apoyará,
cuando todo el mundo deja de hacerlo.
Sólo el amor de una Madre confiará,
cuando nadie otro cree.
Sólo el amor de una Madre perdonará,
cuando ninguno otro entenderá.
Sólo el amor de una Madre honrará,
no importa en qué pruebas haz estado.
Sólo el amor de una Madre resistirá,
por cualquier tiempo de prueba.
No hay ningún otro amor terrenal,
más grande que el de una Madre.
Y así termino mi carta… no con un adiós… sino con un ¡Hasta luego!
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