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sábado, 6 de junio de 2009
La otra historia de Alicia
Para Alicia, aquel libro gigante era como un portal hacia otras dimensiones. Era del mismo tamaño de la niña y parecía tener más de cien páginas en su interior. Con solo verlo le entró ganas de explorarlo. Por lo que, un buen día, Alicia abrió el libro… y se llevó la desilusión de que solo tenía hojas blancas.
Frustrada por ese hecho, se fue a la cama y se tomó una siestita.
Mientras dormía, soñó que el libro la condujo a un mundo oscuro y silencioso. Alicia, como una alienígena exploradora de la galaxia, empezó a recorrer por el lugar. Y mientras recorría, se dijo que sería lindo que el mundo estuviese poblado de gatos, dado que le encantaban los gatos.
Y mientras pensaba en eso, escuchó un ronroneo. Alicia giró la cabeza hacia donde provenía el sonido y, en efecto, vio a un gato gris y peludo, como una bola de pelos.
La niña se puso eufórica por el gato y, enseguida, se le ocurrió que ese mundo también debería tener hermosos árboles y flores gigantes como casas.
Una puerta se abrió. Alicia pasó por ahí y se encontró con un extraño bosque, lleno de árboles de distintos colores y flores gigantes… tal como ella lo quiso.
Lo del gato pudo haber sido una casualidad. Pero las flores y los árboles… Alicia, entonces, se le ocurrió pensar en lo lindo que sería que su mejor amiga estuviese ahí.
De entre los árboles, la vio. Su amiga, llamada Soledad, la saludaba con la mano.
Soledad era pequeña como un gnomo, pero hermosa como un ángel. Y a Alicia le causó gracia al verla vestida como un gnomo, pero con alas de ángel. Por lo que se acercó a ella y le preguntó qué hacía ahí.
- No lo sé- dijo Soledad- todo esto es tan extraño…
Alicia, entonces, llegó a la conclusión de que, en ese mundo, todo lo que deseaba se volvía realidad. Por lo que, muy feliz, dijo:
- ¿No te parecería lindo que lloviera caramelos en vez de agua?
Antes de terminar con la pregunta, el cielo se nubló y empezó a llover… ¡Caramelos!
Alicia se sintió la niña más feliz del mundo.
Pero luego, sintió mucho sueño y se quedó dormida. Al despertar, se encontró acostada encima del libro gigante, abierto de par en par. Solo que la diferencia era de que las hojas ya no estaban blancas como la nieve. Estaban llenas de textos y dibujos, describiendo con exactitud el sueño que tuvo y lo mucho que lo disfrutó.
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