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miércoles, 24 de junio de 2009

Caperucita azul


Luego de que el lobo feroz muriera, Caperucita Roja se casó con el jefe de los cazadores, quien le había salvado la vida incontables veces. Vivieron muy felices juntos, en un pueblito que quedaba cerca de las afueras del bosque.

Tuvieron una hija hermosa e inteligente, la cual recibió como herencia la caperuza de Caperucita Roja. Pero la niña, de tan traviesa que era, un día se tropezó y cayó encima de unos potes gigantes de pintura azul. Justo llevaba puesto la caperuza y, ante tal accidente, la caperuza se tiñó de azul.

Su madre, al ver lo que había ocurrido, la regañó. Pero luego, al ver que la caperuza quedaba más bonito de ese color, lo dejó secar y se lo dio a su hija con la condición de que no volviera a cambiarlo de color.

Desde esa vez, todos la conocieron como Caperucita Azul.

Caperucita Azul conocía muy bien la historia de sus padres y su bisabuela, cómo se enfrentaron al lobo que, por mucho tiempo, aterrorizó al pueblo y al bosque. Y se sentía muy orgullosa de que sus padres hayan atribuido a terminar con semejante amenaza.

Pero, un tiempo después de adquirir su apodo, Caperucita Azul escuchó que otra vez muchos indefensos desaparecían al entrar al bosque. El pueblo temió que retornara la época del lobo feroz, por lo que no permitían que los niños y las mujeres salieran solos por el bosque.

Caperucita Azul, como toda niña curiosa, le preguntó a su madre si así era en su época.

- ¡Ni te lo imaginas!- le dijo Caperucita Roja- habré tenido tu edad cuando mi madre me mandó a la casa de tu bisabuela a llevarle pastel. Como sólo éramos dos mujeres, debíamos tomar las máximas precauciones. A pesar de todo, el lobo pudo engañarme fácilmente… ¡Y caí en su trampa!

- Pero si el lobo ha muerto… ¿Por qué se rumorea que ha retornado?

- Bueno, aparecieron nuevas víctimas y desaparecidos. Pero no creo que sea el lobo feroz. ¡Si yo misma lo vi morir! De seguro es otro lobo u otra criatura más espantosa y cruel que cualquier otra bestia…

- Si es así, eso quiere decir que nunca más podré visitar a mi abuela. Ella sí que vive cerca del bosque.

- Por ahora no. Al menos hasta que pase el peligro. No te preocupes, hija. Tu padre y los otros cazadores están protegiéndonos esto pasará rápido. Ya lo verás.

Pero Caperucita Azul no se sintió satisfecha con aquella explicación.

Días después, se trajo al pueblo un lobo muerto. Todos festejaron, porque creyeron que al fin pasó el peligro.

Caperucita Roja, entonces, le dio a Caperucita Azul unos panecillos para dárselos a la abuela. La niña se puso muy contenta: por fín podía salir de su casa.

Antes de partir, Caperucita Roja le dio un cuchillo para defensa personal y la misma recomendación que había recibido años atrás.

- No vayas por el camino largo. No te distraigas y no hables con extraños.

Caperucita Azul fue por el camino corto, saltando y cantando. Poco a poco se iba alejando del pueblo y estaba entrando en una arboleda. Caminando un poco más, encontraría la casa de su abuela. Sabía que, en el corazón del bosque, estaba la casa de su bisabuela. Pero ya nadie habitaba ahí, dado que la bisabuela murió hacia un tiempo.

Durante el camino, la niña se encontró con un lobezno, que tenía la pata lastimada. A pesar de lo que sus padres le dijeron acerca de los lobos, Caperucita decidió ayudarlo. Después de todo, era solo un cachorro.

Como no tenía vendaje, usó un trozo de su vestido para vendar la pata lastimada.

El lobezno, al ver lo que la niña había hecho, le lamió la mano y dijo:

- Gracias por ayudarme.

- No fue nada- le dijo Caperucita Azul- ¿Quién o cómo te lastimaste?

- Fue un lobo- respondió el cachorro, con voz lastimera- es hijo del lobo feroz, quien ensució el nombre de todos los lobos y, por eso, los cazadores matan a cualquiera.

- Pero en el pueblo dijeron haber matado a ese lobo…

- ¡Esa era mi madre! Y solo atacaba cuando se sentía amenazada. Aquel lobo la engañó… ¡Y por eso fue asesinada!

- ¡Qué terrible! No te preocupes, haré algo para acabar con ese lobo… si mi padre y mi madre pudieron, ¡Yo también!

- Perderás la vida. No te lo recomiendo.

Pero Caperucita Azul no quiso escuchar razones.

De repente, escuchó un ruido. Caperucita Azul sintió que alguien estaba detrás suyo. Se dio la vuelta, pero no vio a nadie. El lobezno empezó a aullar, lo cual significaba que había peligro.

Y entonces, frente a ellos, apareció un lobo gigantesco y horrible. Caperucita supuso que tenía el tamaño de un león, aunque nunca había visto uno. El lobo la miraba con una sonrisa maliciosa, mientras ella abrazó al lobezno para protegerlo. Pero sabía que era inútil: solo era una niña pequeña y frágil. Lo único que tenía era su valentía, por lo que decidió demostrarle al lobo que no tenía miedo.

- ¡Vaya! ¿Qué hace una niñita por aquí sola? Y… ¡Qué veo! ¡Cuidando de un perrito!- le dijo el lobo, con una falsa amabilidad.

- ¡Soy un lobo, asesino!- le dijo el lobezno, al ofenderse por ser llamado “perrito”- y nunca te perdonaré por lo que le hiciste a mi mamá.

- Has hecho daño a todos- le dijo Caperucita Azul, enojada- tu padre también hizo lo mismo. ¡Casi mató a mi mamá! Y si eso pasaba, yo no estaría aquí para vengarme.

- ¡Pero qué valentía!- le dijo el lobo, con burla- yo nunca conocí a mi padre, pero mi madre me lo contó todo. Y siempre quise vengarme… ¡Y qué mejor hacerlo con la hija de esa idiota y el cazador!

- ¡Mi mamá no es idiota!

- Eso ya lo veremos.

Y estuvo a punto de abalanzarse sobre la niña, cuando el lobezno saltó y le mordió una pata al lobo. Y mientras intentaba detenerlo, le ordenó a Caperucita Azul que huyera, que se encargaría de todo.

- ¡Descuida! ¡Pediré ayuda!- le dijo Caperucita Azul

Y se fue corriendo.

No se atrevió a mirar atrás. Había dejado los panecillos, pero eso no le importó. Por suerte, no estaba tan lejos del pueblo, por lo que podía advertirle a todos de que el peligro todavía no pasó.

Se tropezó con un tronco caído y se lastimó la pierna. Intentó levantarse, pero mientras más se movía, más le dolía.

Entonces, vio que el lobo se acercaba a una velocidad sorprendente.

Caperucita Azul se sacó la caperuza y lo arrojó a la cara del lobo. Eso le dio unos segundos de oportunidad para, por lo menos, esconderse. Y lo mejor que encontró fue debajo de un árbol, cuyas raíces gigantes sobresalían del suelo.

El lobo se libró de la caperuza y lo hizo trizas. Rabioso, empezó a buscar a la niña, pero no la encontraba. Al final, dijo:

- Pequeña, sé que todavía estás por aquí. ¡Sal de donde estes! Si no te puedo ver, te puedo “oler”

Caperucita Azul no se movió. Tenía el cuchillo que le dio su madre, por lo que, cuando el lobo la encontrara, se lo clavaría en el corazón o en la cabeza. Solo así terminaría con la amenaza.

El lobo siguió hablando, mientras buscaba a la niña.

- ¿Sabes? Fuiste muy injusta al hablar de mi padre. Él solo seguía sus instintos, como todo lobo. Pero mataron a sus padres… ¡Esos malditos humanos! Tenía que vengarse, no tenía otra opción. Así que, ¿De dónde sacas eso de que quieres vengarte? ¡Soy yo el que debería decirlo! Pero ahora no te haré nada. Solo quiero charlar contigo. ¿Dónde estás? ¡Sé buena niña y sal! O no te devolveré la caperuza.

Caperucita no se movió. En su escondite, vislumbró la espalda del lobo. Se sorprendió cuán rápido había llegado, a pesar de no haberla visto. Y así supo que lo de la caperuza era una excusa, dado que no lo tenía por ningún lado. Aún más sintió ganas de atacarlo con todas sus fuerzas. El lobo siguió.

- Ni mi especie me ha comprendido. ¡Tonto de ese pequeño idiota, que intentó derrotarme! Lástima que no lo he matado, solo porque es lobo. Y encima tuvo la osadía de atacarme para defenderte, pequeña. ¿Quieres saber lo que le pasó cuando huiste? Si quieres saberlo… ¡Sal de tu escondite!

- ¡Así lo haré!- gritó Caperucita Azul, saliendo de su escondite y clavando el cuchillo en el lomo del lobo.

Al mismo tiempo, el lobezno reapareció y también atacó al lobo, mordiéndole el cuello. Se había quedado inconciente cuando salvó a Caperucita Azul, pero despertó y, a pesar de su pata lastimada, logró llegar hasta donde estaba el lobo y la niña.

El lobo empujó a ambos y los hizo caer al suelo. Caperucita y el lobezno, ambos lastimados, no pudieron levantarse.

Y cuando creían que todo estaba perdido, aparecieron varios cazadores y una manada de lobos, formando una extraña alianza para acabar, de una buena vez, con aquella amenaza que atentaba contra las personas y contra los animales.

El lobo, que no pudo con tantas personas y lobos, se debilitó y murió.

Luego del hecho, Caperucita Azul contó todo lo ocurrido. Su madre, Caperucita Roja, se culpó por haberla enviado sola a la casa de la abuela que, por suerte, nunca participó del hecho. Ni siquiera se había enterado de lo ocurrido.

El líder de la manada de lobos habló con Caperucita Roja, el jefe de los cazadores y el gobernador del pueblo. Era la primera vez que hacían una asamblea de ese estilo, por lo que todos participaron. El líder lobo narró lo ocurrido, cómo fue que el lobo feroz empezó a atacar a los humanos y a los animales por placer, lo cual generó que se le expulsara de la manada. Pero, en esos momentos, no sabía cómo se ensuciaría el nombre de todos los lobos. Y lo peor fue que, con una loba que lo seguía, tuvieron un hijo. El lobo feroz, luego de su muerte, fue usado por la loba como excusa para lavarle el cerebro a su hijo y así seguir los pasos del padre. Cuando la loba murió, entonces el lobo hizo lo suyo. Y lo demás ya era historia sabida.

- De eso no tenía ni idea- dijo Caperucita Roja- al final, esto se ha convertido en una venganza sin vueltas… por poco y mi hija casi caía en ese camino.

- La verdad, como cazador, solo sé que, cuando alguien apeligra, debo disparar- dijo el jefe de los cazadores- Caperucita y su abuela estaban en peligro, por eso maté al lobo feroz. Pero nunca creí que eso podría influir en mi hija. Realmente siento lo que pasó.

- El matar por defender no está mal- dijo el líder lobo- han hecho lo correcto, humanos. Solo espero que nunca más suceda algo como esto.

- Entonces, haremos un pacto- dijo el gobernador- yo, que mando aquí, declaro que, tanto los lobos como los humanos, vivirán en perfecta calma, sin atacarse porque sí. Y el que no cumple con esa norma, me aseguraré de que se le aplique el castigo debido

- Estoy de acuerdo- dijo el lobo- yo también me aseguraré que ningún lobo ataque a un humano.

Todo eso lo anotaron en un papel, donde firmaron los representantes más importantes de ambos bandos: el líder de la manada, el gobernador, el jefe de los cazadores, Caperucita Roja, el lobezno y Caperucita Azul. Estos dos últimos, por ese hecho, se volvieron los representantes más importantes del pueblo y de la manada.

Y así, Caperucita Azul volvió a tener una vida tranquila y normal, feliz de que todo se haya solucionado y de tener un lobo como amigo. Porque, como lo supo bien ese día, no es bueno generalizar ni juzgar si uno no conoce bien el motivo de una causa o hecho ocurrido, o el porqué uno se comporta de cierta manera y daña a otros. Y también aprendió a no meterse más en problemas ni a cometer locuras que podrían, incluso, acabar con su vida.

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