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miércoles, 11 de abril de 2007

Las alas de Linwient

Todas las personas temían meterse al bosque y más cuando era de madrugada. La razón era porque todo aquel que entraba al bosque, sea quien sea, no aparecía nunca jamás. Se rumoreaba que ahí, en el corazón del bosque, habitaba un ser que mataba a los humanos que estaban a su alrededor. Eso fue un grave problema, porque ni el valiente cazador se atrevía a arriesgarse la vida para traer algún animal para un banquete. Lo peor era que la única forma de visitar el pueblo vecino (donde estaba los parientes y el mercado), era cruzando el bosque. Si eso seguía así, quedarían desconectados no solo del otro pueblo, sino también de todo el mundo. Algo se tenía que hacer para evitar ese desastre.
Pero el gran escándalo ocurrió cuando una mujer joven se metió al bosque para recoger fresas. Ella estaba en una etapa en que los jóvenes hacían lo que estaba prohibido por pura rebeldía. Estuvo tres días sin aparecer y todos la tomaron por muerta. Entonces, se dieron cuenta de que esto no debía seguir así para siempre y que tenían que buscar una solución para no quedar aislados de por vida.
Se hizo una reunión en la gran plaza, donde todos debían aportar una idea para solucionar el problema. Algunos propusieron que se rodeara el bosque, o sea, que se caminara a su alrededor. Pero esa idea fue desechada, porque el bosque era muy grande y estaban seguros que no había poblado ni ríos, después de ellos, que estuvieran cerca del bosque. Otra idea era cortar todos los árboles del bosque hasta que no quede nada. Así se vería al ser asesino y se lo mataba. También fue desechada, porque en primer lugar, los árboles son los que paran los vientos fuertes, los excesos de agua y también son hogares de varios animales que son importantes para la naturaleza. En segundo lugar, temían que la Naturaleza se disgustara con ellos por destruir el bosque y los maldijera a unos siglos de sequía e inundaciones.
Estuvieron todo el dia dando ideas sin sentido, ideas que eran riesgosas e ideas que no valían la pena llevarlas a cabo. Hasta que se hizo de noche y todos se cansaron de dar ideas. Pero nadie volvió a sus casas, sino más bien se quedaron sentados en el suelo, mirando las estrellas, en busca de que alguna mente se iluminara con los astros nocturnos y diera una brillante idea.
Cuando la luna estaba bastante alta, un joven de unos veinte años se levantó bruscamente y dijo en voz alta y clara: “tengo una brillante idea”
Todos lo miraron y empezaron a escucharlo con atención. La idea se trataba de pasar el bosque volando. Pero primero, debían fabricarse alas, estudiar a los pájaros y aprender a volar. En otra ocasión, eso parecería una idea descabellada. Pero como no había más ideas, entonces todos la aprobaron.
El joven se llamaba Linwient. Desde pequeño fue bastante inteligente e ingenioso. Había creado con sus manos inventos que podrían facilitar a todos la vida, como el cargador automático de agua (un invento que consistía solo en mover un palo, y el agua ya caería del tubo hasta el balde), el palo de recoger frutas de árboles altos, la caja que conservaba los alimentos por mucho tiempo y sin hielo, etc. Claro que muchos de esos inventos fueron rechazados por la comuna, pero en algún tiempo serían aceptados y el pueblo prosperaría gracias a esos inventos. Pero eso es otra historia.
Tardaron diez días en fabricar todas las alas para cada habitante, según los planos de Linwient. Tardaron como seis meses y un día en poder volar, porque primero debían estudiar a los pájaros, cómo se lanzaban fácilmente por el aire y cómo movían sus alas para no caerse y bajar lentamente a tierra. Al final, unos pocos lograron volar, pero solo duraron unos minutos en el aire.
Un día, a Linwient se le ocurrió construir una torre bien alta, en donde se podía lanzarse a volar. Eso funcionaría dependiendo de cómo soplara el viento y cómo se manejaba en el aire. Para la construcción de la torre tardaron unas tres semanas, en la que todos los hombres colaboraron para terminar lo más rápido posible la construcción.
Un día, Linwient quiso inaugurar la torre saltando él mismo de la construcción, con sus alas, y cruzar el bosque. Todas las personas acudieron ansiosas al evento. El joven comenzó la ceremonia diciendo: “Damas y caballeros. Hoy lograremos lo que todo hombre soñó a lo largo de los tiempos: volar por el cielo. Hoy seré el primero en intentarlo. Así que deséenme suerte para cruzar el bosque sin problemas”
Como respuesta, recibió una ovación. Él subió a la torre, y apenas sopló un viento fuerte, dio un salto y movió las alas.
Al principio, todos creyeron que se iba a caer. Pero luego, pudo controlar su caída y empezó a elevarse. Se fue directo hacia el bosque y se dejó llevar por el viento para cruzarlo. Fue una experiencia asombrosa.
Muchos, al ver los buenos resultados de Linwient, también lo intentaron. Así fue como el pueblo logró comunicarse con el pueblo vecino, sin necesidad de pasar por el bosque, y cómo se hicieron famosos gracias a las alas que creó Linwient. Eso sí, llegó el tiempo en que todos los habitantes del pueblo se mudaron a las grandes ciudades, dejando la aldea abandonada en la absoluta soledad. Así fue como con el paso de los años, todos olvidaron ese maravilloso invento y se quedaron de nuevo con las ganas de volar como pájaros.
Pero lo que quedó en el misterio fue qué había en el bosque, que hacía que todas las personas que entraran ahí desaparecieran. Pero llegó el día en que alguien lo descubrirá y solucionará este gran problema para que el bosque ya no fuera tan peligroso. Pero eso es otra historia.

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