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miércoles, 4 de abril de 2007

La tristeza del columpio

Esto lo escribí el año pasado, cuando sentía una tristeza esperanzadora. Espero que me digan sus opiniones al respecto!!!

María tuvo un mal día en el colegio. En primer lugar, llegó tarde. Encima, se olvidó de sus tareas y cortó la relación con su novio, que era bastante celoso.
De regreso al colegio, pasó por una plaza. Se veía vacía, al igual que las calles, que apenas pasaba algún auto. Ella paseó por la plaza. La veía bastante descuidada.
Encontró un columpio para descansar. Se sentó ahí, y empezó a llorar por el mal día que tuvo. De seguro, era por la mala suerte que le deseó su rival, cuando vio que el chico que le gustaba era el novio de María. Ella no le hizo caso, pero en ese momento, recordó que le hablaron de la “mala onda” que suele dar una persona a otra, para que ésta tuviera mala suerte.
- no. Esa clase de cosas no existe- pensó María- la buena suerte viene cuando uno e optimista.
El viento hizo que el columpio se moviera un poco. Entonces, ella recordó sus tiempos de infancia, cuando aún era una niña despreocupada por la vida.
Lo que más le gustaron fueron los columpios. Cada vez que se subía uno, un viento fuerte le soplaba desde atrás, y ella empezaba a hamacarse. Era como un sueño. Mientras se hamacaba, las hojas caídas volaban alrededor de ella. Siempre gozaba de esos momentos.
Pero pasó el tiempo, y fue creciendo. María no disfrutaba tanto sentada en el columpio. Al contrario, al estar en esa plaza descuidada, donde los árboles estaban totalmente secos por el calor, le hacía ver que no se encontraba en un lugar adaptable para soltar risas.
Ese era el columpio más triste que se subió en toda su vida. El columpio y ella tenían algo en común: sus vidas pasadas fueron bastante buenas, pero después, por las calamidades de la vida, perdieron gran parte de sus alegrías, haciendo que todos los días sean grises y oscuros, como en ese momento.
De repente, oye una voz que la llama. Mira a su alrededor, pero no ve a nadie. Entonces, se da cuenta de que la voz venía del mismo columpio en que ella estaba sentada. Sabía su nombre. María se sorprendió tanto, que le preguntó al columpio cómo era posible que podía hablar.
- A veces, para cambiar el rumbo de las cosas, lo imposible se vuelve posible- le respondió el columpio.
- ¿Por qué quieres hablar conmigo?- le preguntó María, extrañada.
- Solo quería decirte unas palabras, ahora que llegó la mala vida y todos perdieron gran parte de sus esperanzas. Estas palabras suelen cantarse mucho, en especial cuando el viento sopla cada vez más fuerte, para que lleve las palabras a todos. Fue cantada desde tiempos antiguos, desde que inventaron las hamacas y los columpios.
Maria, entonces, escuchó la pequeña música que le cantó el columpio. Se dio cuenta de que las palabras se formaban cuando el viento pasaba alrededor de ella, llevaba las hojas en el aire y con ellas formaba varias figuras extrañas.
La pequeña canción que le cantó el columpio era la siguiente:

Corazones partidos,
Por un amor fingido.
Ya no podrán arreglarse más.
Felicidad acabada
Por una desgracia,
Ya no volverá más.
Solo queda la esperanza
De mejorar el mundo actual.
Regresar el paraíso
A su debido lugar.

La niña, al oír toda la canción, le preguntó el porqué le decía esas cosas.
- solo quiero que sepas que aún eres joven, que puedes arreglar tu vida. Inténtalo, y lo verás- dijo el columpio.
María siguió hamacándose, pensando en la pequeña canción que oyó. Había momentos tristes, momentos alegres... pero en ese momento, lo único que sentía era un gran alivio, porque ya encontró la solución a sus problemas, que comenzaron justo cuando comenzó el día.

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