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domingo, 8 de abril de 2007

Al final de una espera

La niña de vestido blanco esperaba. Se sentaba al lado de la ventana, y miraba pasar a las personas, todas ellas muy ocupadas por sus propias y desgraciadas vidas.
La niña soltó una lágrima. A pesar de que todos esos años esperaba, no veía el resultado final de la espera. La gente, a su alrededor, pasaba. La vida moderna tiene sus mañas, por lo que hace que la gente se impaciente y camine apresurada, sin importarle esperar a los demás.
Pasan los días, los meses y los años. La niña no se mueve del lugar. Solo se limita a llorar, como si fuese que todo lo que hacía era inútil.
Es verdad. ¿Qué tiene de malo no esperar! Al fin y al cabo, la vida es corta. Si uno no aprovecha al máximo la vida, ya nunca más la aprovechará después. Eso lo sabía muy bien la niña, pero a pesar de eso, ella seguía esperando.
Un día, se acerca a ella un señor, y le pregunta qué hace. Ella le dice que espera, y entonces, el señor le dice que haría lo mismo. Se sienta al lado de la niña, y los dos miran por la ventana, esperando.
Al otro día, viene un anciano. Le ve a los dos mirando por la ventana. Les preguntan qué hace, y ellos les responden que esperan. El anciano les dijo que haría lo mismo, y se sentó al lado del señor, también mirando por la ventana. En los ojos del anciano se ve las experiencias que tuvo en la vida, y se podía leer que ya era hora de tener un descanso.
Varias semanas después, baja del cielo un ángel. Les preguntan qué hacen, y la niña le contesta que esperan. Le preguntó si quería esperar con ellos, pero el ángel les dice que él no quería esperar, porque eso de esperar sin hacer nada, no le gustaba nada a Dios.
- Yo hice todo lo que tenía que hacer- respondió el anciano- ya despedí a mi esposa en el cementerio, mis hijos formaron sus propias familias, ya estoy jubilado... en fin, solo espero a que la muerte me haga una visita larga y eterna.
- Todo lo que hago está mal- dijo el señor- mi esposa me abandonó, mis hijos se volvieron drogadictos y uno se suicidó. Me echaron de varios empleos y acabo de perder mi casa. Por eso, espero que me den una nueva oportunidad de volver a empezar.
- Ya no quiero un mundo cruel como este- dijo la niña- mis padres se pelean, cada día aumenta la pobreza. Encima, en mi colegio me discriminan por mi manera de ser. Por eso, espero a que el mundo mejore, para poder vivir bien en él.
El ángel los miró por unos momentos. Se quedó pensativo por lo que le dijeron esos humanos. Entonces, vuela rápidamente hacia el cielo y regresa enseguida, con tres cajas en sus manos.
- les doy una caja para cada uno de ustedes. Quiero que la abran, y me digan qué ven ahí adentro.
Los tres abrieron sus cajas, pero no encontraron nada adentro. Le dieron al ángel qué les quería decir con eso, y él les respondió:
- esas cajas representan sus corazones vacíos, sin esperanzas. Al perder la esperanza, perdieron la voluntad de hacer algo. Por eso, como son personas que se rinden fácilmente, se sentaron a esperar con los brazos cruzados. Yo les digo que Dios no perdona a los que no hacen nada. Si quieren obtener lo que tanto quieren, entonces dejen de esperar y obren. Solo así obtendrán lo que tanto esperan y buscan.
El ángel subió al cielo y desapareció. El anciano miró su caja, dijo que iba a llamar a sus nietos y se fue. El señor dijo que buscaría trabajo en los diarios y también se fue. La niña, entonces, lloró. Todo ese tiempo esperando, para decirles después que sus esperanzas desaparecieron. Pero por la esperanza, ella se sentó a esperar. ¿O acaso solo era porque no quería hacer nada?
Volvió a mirar por la ventana a las personas, que seguían pasando. La cerró de golpe y salió de la casa. Ayudó a cada persona que necesitaba ayuda, se hizo grande y comprendió que sus esperanzas, en el momento en que hacía algo, eran verdaderas, porque como tenía esperanzas de estar en un mundo mejor, entonces hacía todo lo posible por cambiar la mala vida de algunas personas desgraciadas.

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