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miércoles, 25 de abril de 2007

Biblioteca misteriosa

Héctor estaba perdido, era de noche, y encima estaba lloviendo.
Estaba muy lejos de su casa, así que decidió buscar algún techo para esperar a que la lluvia desaparezca, y así volver a su casa.
Lo que encontró fue una biblioteca. Se veía muy antigua, y era muy grande. Aún estaba abierta, y decidió entrar ahí.
Todo estaba oscuro, y las únicas luces que alumbraban el lugar eran los rayos de afuera.
- ¿Hola? ¿Hay alguien aquí?- preguntó Héctor en voz baja.
No oyó más respuesta que un silbido que hizo erizar los pelos de Héctor. Luego, recordó que él no creía en fantasmas, y que ese silbido lejano podría ser solo el viento, que pasó por la rendija de una ventana mal cerrada.
Decidió recorrer la biblioteca, buscando a alguien que la cuidara, pero no había nadie.
Mientras recorría, vio los libros que había en los estantes. Estos estantes eran de madera, y estaban muy deteriorados. Los libros parecían muy antiguos.
Un rayo iluminó el lugar, y Héctor pudo leer bien clarito el título de un libro.
Ese libro se llamaba: “Luz del tiempo”. Héctor entonces, agarró ese libro, y con una linterna que tenía en el bolsillo, iluminó la tapa.
No decía el nombre del autor, y tampoco decía en qué editorial fue echa. Héctor abrió el libro, y entonces, apareció una luz entre las páginas, e iluminó todo el lugar.
Oyó un silbido de nuevo, y entonces, una ventana se abrió de golpe, haciendo que las páginas del libro cambiaran bruscamente.
De repente, el viento cesó, y las páginas pararon de moverse.
La página que ahora veía Héctor estaba en blanco. No había nada escrito.
Empezó a ver todas las páginas de ese libro, y se dio cuenta de que ninguna tenía ni una sola letrita. ¿Dónde se habrán ido?
Empezó a oír voces, que venían de todos los libros que había en la biblioteca. Héctor se desesperó, y creyó que se estaba volviendo loco.
Luego, todos callaron. Héctor oyó unos pasos, era de alguien con tacos que estaba en ese lugar.
En efecto, así era. Héctor alumbró con su linterna el lugar en donde se oía los pasos, y vio que se acercaba a él una mujer. Tenía tacos en los pies, una pollera larga hasta los tobillos, y era de seda. Sus cabellos eran largos hasta la cintura, y era lo único que le cubría sus pechos.
- ¿Quién eres?- le preguntó Héctor.
- Eso mismo te quería preguntar a ti.
- Sé que no debía estar aquí, pero me extravié, y entré aquí. Solo estaré hasta que pare de llover.
- Demasiado tarde, ya no podrás salir de aquí.
Héctor, entonces, se dio cuenta de que sus pies estaban pegados por el piso, como si fuera que había pisado algún pegamento.
- esto no es problema, total, me saco los zapatos y salgo de aquí- dijo.
- Inténtalo, y lo veras.
Héctor trató de sacarse los zapatos, y se dio cuenta de que no podía sacárselos. También se habían pegado.
- no entiendo lo que está pasando- dijo Héctor, muy asustado.
- ¿Qué libro abriste?- le preguntó la chica.
- “Luz del tiempo”
- bueno, entonces ya no tienes “tiempo”
- ¿Qué significa eso?
- Te explicaré, si abriste ese libro, tu pasado, presente y futuro han sido destruidos. Ahora, que no tienes pasado, presente, ni futuro, no puedes moverte.
- ¿Acaso he muerto?
- Menos. No vives ni mueres, porque no naciste nunca, y todo por el libro que has abierto.
Héctor no entendió nada de lo que le dijo la chica, pero como no quería alargar ese problema, decidió hablar de otra cosa.
- ¿Y a ti qué te pasó?- le preguntó.
- Lo mismo que a ti, solo que he abierto otro libro, que me impide salir de aquí, pero al menos puedo moverme.
- ¿Y cómo se llama el libro que abriste?
- “La dama solitaria”. Soy una antigua dama, condenada a estar vestida así, y a estar sola de por vida, y todo por abrir ese libro.
- Debe ser duro para ti.
Los dos se quedaron callados. Héctor estaba muy triste por esa chica, ya que estaba muy sola, y no podía salir de ahí. ¿Acaso eso mismo le pasaría a él? Tenía muchos sueños que cumplir, y aún no había terminado la secundaria.
- saldremos de aquí, como sea- dijo Héctor, sin pensarlo.
- ¿Pero cómo? Esta biblioteca está encantada, al igual que todos los libros. No puedes hacer nada.
- Cada encantamiento tiene un desencantamiento.
Héctor recordó esa frase de su mamá, cuando ella le contaba esos cuentos antes de dormir, ya hace mucho tiempo.
Cerró el libro, y se concentró. Haría todo lo posible por acabar con ese encantamiento, y lo que tenía que hacer era tratar de despegar sus pies del suelo.
La chica vio lo que hacía Héctor, e intentó imitarlo, y dijo en voz alta que todos hicieran lo mismo. Se nota que había mucha gente en la biblioteca, después de todo.
De repente, apareció un rayo, que iluminó el lugar, y Héctor, haciendo un gran esfuerzo, logró despegar los pies del suelo.
Sintió que flotaba, pero eso acabó cuando sintió un fuerte golpe en la nuca. Acababa de caerse de espaldas.
Perdió el conocimiento por un rato, y luego, abrió los ojos.
Lo primero que vio fue a un anciano, con barba y lentes, que lo miraba muy sorprendido.
- ¿Qué pasó?- preguntó Héctor.
- No sé, tú entraste a mi biblioteca, y antes de que te atrapara, te desmayaste. Has agarrado uno de mis libros.
Héctor vio el libro que aún tenía en su mano, y rápidamente lo puso en su lugar.
Ya era de día, y vio a unas cuantas personas entrando en la biblioteca.
- bueno, debo disculparme. Creíste que era un ladrón- dijo Héctor.
- Ya me pasó varias veces, pero te dejaré ir. La próxima, toca la puerta.
- Lo recordaré.
Héctor salió de la biblioteca, y corrió todo lo que pudo.
Ya el camino le parecía conocido, y así logró llegar a su casa. Por supuesto, sus padres le dijeron que estaban muy preocupados por él, y esas cosas.
Héctor, ya en su casa, recordó lo que había vivido en la biblioteca, y le contó a sus padres lo que le pasó.
- sí que tuviste un raro sueño- dijo su mamá.
- Cambiando de tema, parece que tenemos vecinos nuevos- dijo el papá.
- Salieron de la casa, y vieron una camioneta, en donde bajaban un montón de muebles. Frente de la camioneta, estaba un señor y una chica, que, por casualidad, era la misma que Héctor había visto en la biblioteca.

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