Lo que no se puede transmitir con palabras, se puede transmitir a través de conectores incrustados en los nervios del cuerpo. Lo biológico se mezcla con lo cibernético y viceversa. Lo importante es verlo, sentirlo y transmitirlo con sensores biotecnológicos. Si no se puede ver, se puede transmitir directo al cerebro. Incluso se podría transmitir el pensamiento y todo aquello digno de la fantasía de nuestros antepasados. Los conceptos no son claros. ¿Son máquinas? ¿Son humanos? ¿Qué son si no son ni lo uno ni lo otro? ¿Acaso solo lo biológicamente humano es aceptado? ¡Tantos tabúes por romper! ¡Tantas utopías! ¡Tantos miedos! La tecnología avanza, dejando de lado el lento progreso del desarrollo ideológico y social del ser humano. Llega un momento en que será (y creo que ya es) imposible de controlar tanto avance tecnológico. Es difícil cambiar el modo de pensar y el modo de vivir. Ante nuevas ideas, nuevas tecnologías y nuevas clases de individuos, se tienden a generar paranoias, elevar el miedo a lo desconocido y castigar los nuevos conocimientos. Y quieran o no, esta escena será muy común en los próximos siglos si se sigue avanzando sin problemas con la tecnología y no se acaba por completo con la naturaleza.
¿Estoy de acuerdo? ¿O no lo estoy? Aún no lo he decidido. En realidad, la tecnología hay que usarla para ayudar a la humanidad, a superar enfermedades y a cuidar de la naturaleza. ¡Es hora de dejar ciertas costumbres! Tomemos las que hacen bien e hicieron bien a nuestros antepasados. Pensemos en nosotros mismos, cuando seamos viejos. ¿Estaremos conectados a un ordenador para ver las noticias? ¿O transmitir nuestras memorias que serán vistas por nuestros descendientes? ¡Tantas preguntas sin responder! Solo el tiempo lo dirá. O puede que no.
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