Esta es la historia más estúpida del mundo. Tan estúpida que
no sé si me animo a contar. Pero bueno, ya que estamos.
Resulta que esta historia se trata de un hombre estúpido.
Ese hombre siempre fue un niño mimado, que conseguía lo que quería cada vez que
hacía sus berrinches. Pues bien, pasó el tiempo y empezó a trabajar en una
importante empresa para farándulas de televisión. Eso es, se dedicaba a
observar los castings de conductores o bailarines para ciertos programas. No me
pregunten cuál era su función exactamente, porque eso no viene a cuento.
Tampoco me pregunten el porqué digo que era estúpido. De seguro piensan que es
porque se creía lo primero que le decían. Falso. En realidad no por eso uno es
estúpido. Una cosa es la credulidad y otra, muy diferente, es la estupidez.
Tampoco era de los que se aplazaban con frecuencia en clases. No porque uno
tuvo un aplazo en un examen quiere decir que sea estúpido. Pero bueno, no sé
para qué quieren saber el porqué era estúpido. Si lo conocieran, me darían la
razón y listo.
Resulta que él trabajaba en ese lugar que mencioné antes y,
cada tanto, metía la pata cada vez que abría la boca para decir tonterías. No
lo hacía por maldad. No tenía la culpa de ser así. Los demás lo notaron y
empezaron a burlarse de él a sus espaldas. Entonces él, un buen día, los
enfrentó y les dijo: “¡No soy estúpido! ¡Solo soy poco inteligente!”
Creyendo que, así, lograría que lo respetaran, recibió el
coro de burlas y lincheos por parte de sus compañeros de trabajo. Por días no
se hablaba de otro tema y, por su estupidez, consiguió que le dedicaran solo un
programa para él y su frase célebre que rondó por diversas páginas web. Por la
calle, la gente lo reconocía, lo señalaba y gritaba: “¡Ahí está el estúpido que
no es estúpido!”
El pobre estúpido no entendía nada más. Algunos lo tenían
como una superestrella y, otros, usaban su imagen photoshopeada para
representar su altísimo grado de estupidez. Es que la gente demuestra tener
tanta imaginación y creatividad para esta clase de cosas, que hasta el estúpido
se da cuenta de eso.
Al final, no tuvo otra opción más que aguantar todas esas
estúpidas manifestaciones de su imagen y frase
y esperar a que apareciese otro más estúpido para que, rápidamente,
tomara su lugar.
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