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lunes, 30 de abril de 2012

De cualquier manera...

Hacia tiempo que se encontraba así. Todos los días, se miraba al espejo y observaba su demacrado rostro. Lloraba sin motivo, incluso en sueños.
Dejó de visitar a amigos y colegas. No cuidaba su higiene y su cabello era una escoba. Si no se miraba al espejo, se acostaba en la cama y miraba al techo. O hacía zapping, mientras comía lo que le traía el delivery. Era toda su actividad del día.
A veces, se preguntaba si valía la pena seguir así. Lo había perdido todo y se sentía muy vieja para volver a empezar. Otras, jugueteaba con una navaja, preguntándose qué tanto dolería si se cortaba las venas. Todo eso se preguntaba, mientras el mundo seguía avanzando sin siquiera saber de su existencia.
Un día, escuchó un ruído de afuera. Salió y se encontró con un extraño, que quería entrar para robar.
El ladrón, al verla, le dijo:
- ¡Dame todo lo que tenga!
- Pasa- le dijo la mujer.
El ladrón se sorprendió por la poca resistencia que le mostró la víctima. Por un momento, creyó que ella lo hacía por miedo. Pero, en realidad, lo que sentía era indiferencia.
El extraño entró y empezó a meter las cosas en su saco. La mujer se sentó en el sofá y, mirando al techo, dijo:
- Has lo que quieras. Lo perdí todo y solo deseo morir.
El ladrón la miró y se sintió incómodo. Luego siguió con su labor, diciendole:
- En realidad no quiero robar. Pero soy muy pobre y la sociedad no me dio la oportunidad de desarrollarme en otros ámbitos. Definitivamente, el mundo da asco.
- Sí, lo sé- le dijo la mujer, sin mirarlo- Yo perdí lo más valioso de la vida: mi familia. ¿Y sabes qué? La gente solo se pone morbosa con este tema. Por eso me alejé de todos. Creo que eres la primera persona con quien hablo en meses.
- Odio a la gente depresiva. Pero bueno, ya que me facilitas todo, no te haré daño. No vales la pena.
La mujer se levantó. Como el ladrón le daba la espalda, no vio lo que hacía. Recién lo sintió cuando ella le clavó por la espalda con la misma navaja con que se intentó suicidarse varias veces.
- Sí. Así fue como lo perdí todo- le dijo la mujer, luego de apuñalarlo- Mi esposo era un golpeador y mis hijos eran ladrones como tú. Me recuerdas a mi hijo mayor. Por eso voy a matarte.
Cinco puñaladas por la espalda. Otros cinco por el pecho. El ladrón murió, tal como habían muerto los hijos y la pareja de la mujer.
Escondió el cuerpo. Luego, se dio una ducha, se lavó el pelo y sacó la sangre que manchó sus ropas. Limpió la sala y, luego, abrió las ventanas que hacia tiempo llevaban cerradas.
Estaba amaneciendo. Los rayos del sol asomaban tras unos edificios, aclarando poco a poco el cielo sin nubes. Ante esa vista, la mujer sonrió después de meses de sufrimiento y angustia. Era hora de comenzar una nueva vida.


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