Desde hace años, el alma estuvo flotando en aquel lugar sin luz ni oscuridad. No había ruido, no había otras almas. Estaba completamente sola. Tampoco tenía donde apoyarse, ni donde caer. Prácticamente, se encontraba en la nada.
La verdad, eso no le importaba. Se sentía tranquila, sin nada que la perturbara. Ya no recordaba cómo era su vida antes de llegar a esa situación, dado que eso pasó hace tanto tiempo que ni lo recordaba. Pero, en el fondo, estaba segura de que, por lo menos, su vida no era nada aburrida.
Días, meses años… la verdad, perdió la noción del tiempo. Podrían haber pasado décadas, siglos y milenios. El alma era eterna, por lo tanto no se dejaba guiar por las fronteras del tiempo.
Podría salir de ahí y regresar a su mundo, como fantasma. Quería saber cómo seguía el mundo de los mortales, después de que ella dejara su cuerpo material y cruzara la puerta. Sentía curiosidad, pero a la vez sentía miedo por lo que podría descubrir. A lo mejor, se encontraría con otras personas, el mundo pudo haber cambiado bastante. Puede que sí. O puede que no. Estar en la nada puede ser aburrido, pero relaja. En cambio, en el mundo mortal, que sería el todo, tendría más movimiento y descubriría más cosas que, antes, no las tenía en cuenta.
Con todos esos pensamientos, el alma decidió seguir tal como estaba y no se movió del lugar. Total, tendría toda una eternidad para tomar una decisión y ver dónde se situaría a continuación.
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