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viernes, 20 de julio de 2012

Añoranza de un viejo enfermo


Estanislao despertó de su siesta. Le habían dicho que debía tomar reposo porque estaba en una situación delicada, pero él no era un hombre de quedarse quieto por cualquier cosa.
Se levantó, mientras se quejaba de cómo los años avanzan, pero para peor. Empezó a recordar aquella tarde helada, en que conoció a Carola haciendo chipa con su abuela. Ella tenía diecisiete y él diecinueve. Aún así, eso no impidió que se enamoraran a primera vista y convencieran a sus padres de casarse.
Tiempo después, tuvieron a su primer hijo, en aquella mañana de agosto. Dos años después, en verano, nació el segundo hijo y decidieron mudarse a las afueras de Asunción con el objetivo de tener una vida pacífica. Sin embargo, el destino hizo que permanecieran en la ciudad, dado que Carola tuvo problemas de salud. Cinco años después, tuvieron una niña y ahí fue que Carola casi murió de parto. Como en esa época Estanislao era un devoto cristiano, empezó a rezar a todos los santos, ángeles, a la Virgen y a Cristo para que Carola se recuperara pronto.
Fue la única vez que dio semejantes rezos, para que Carola siguiese viviendo a su lado y pudiese dar todos los hijos que podrían abastecer.
Por suerte, Carola se recuperó y esperaron un poco más para los hijos. Ocho años después, Carola tuvo otra niña sin problemas. Tiempo después, en otoña, Carola tuvo un último hijo y ahí decidieron parar, dado que Carola se encontró en una situación delicada y ya tenían suficientes hijos para sentirse completos.
A pesar de los problemas, Estanislao siempre tomó esos recuerdos como los más felices de su vida, en aquellos años en que sus hijos eran pequeños y se pasaban el día estudiando y jugando. Nunca habían cuestionado nada, porque así se les había enseñado. Todo fue paz y tranquilidad, hasta que la crueldad del tiempo hizo que crecieran y empezaran a rebelarse contra el orden y la moralidad. Siempre le culpaba a los “nuevos tiempos” y a los extranjeros que, para él, solo pervertían a los jóvenes conduciéndolos por el mal camino.
Carola entró en su habitación y, al verlo levantado, le exigió que volviera a acostarse. Estanislao la miró. El tiempo pasó para ella también, pero seguía teniendo ese carácter fuerte que siempre le había caracterizado, lo cual hizo que superara por completo los problemas y llevara con decisión las riendas del hogar.
-       Solo quería decirte que te amo y que nunca dejaré de amarte- le dijo Estanislao, con una gran sonrisa.
Carola se emocionó. Hacia mucho que su esposo no le decía esas palabras. Por lo que lloró de la alegría y le respondió:
-       Yo también te amo.

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