Estanislao despertó de su siesta. Le habían dicho que
debía tomar reposo porque estaba en una situación delicada, pero él no era un
hombre de quedarse quieto por cualquier cosa.
Se levantó, mientras se quejaba de cómo los años
avanzan, pero para peor. Empezó a recordar aquella tarde helada, en que conoció
a Carola haciendo chipa con su abuela. Ella tenía diecisiete y él diecinueve.
Aún así, eso no impidió que se enamoraran a primera vista y convencieran a sus
padres de casarse.
Tiempo después, tuvieron a su primer hijo, en aquella
mañana de agosto. Dos años después, en verano, nació el segundo hijo y
decidieron mudarse a las afueras de Asunción con el objetivo de tener una vida
pacífica. Sin embargo, el destino hizo que permanecieran en la ciudad, dado que
Carola tuvo problemas de salud. Cinco años después, tuvieron una niña y ahí fue
que Carola casi murió de parto. Como en esa época Estanislao era un devoto
cristiano, empezó a rezar a todos los santos, ángeles, a la Virgen y a Cristo
para que Carola se recuperara pronto.
Fue la única vez que dio semejantes rezos, para que
Carola siguiese viviendo a su lado y pudiese dar todos los hijos que podrían
abastecer.
Por suerte, Carola se recuperó y esperaron un poco más
para los hijos. Ocho años después, Carola tuvo otra niña sin problemas. Tiempo
después, en otoña, Carola tuvo un último hijo y ahí decidieron parar, dado que
Carola se encontró en una situación delicada y ya tenían suficientes hijos para
sentirse completos.
A pesar de los problemas, Estanislao siempre tomó esos
recuerdos como los más felices de su vida, en aquellos años en que sus hijos
eran pequeños y se pasaban el día estudiando y jugando. Nunca habían
cuestionado nada, porque así se les había enseñado. Todo fue paz y
tranquilidad, hasta que la crueldad del tiempo hizo que crecieran y empezaran a
rebelarse contra el orden y la moralidad. Siempre le culpaba a los “nuevos
tiempos” y a los extranjeros que, para él, solo pervertían a los jóvenes
conduciéndolos por el mal camino.
Carola entró en su habitación y, al verlo levantado, le
exigió que volviera a acostarse. Estanislao la miró. El tiempo pasó para ella
también, pero seguía teniendo ese carácter fuerte que siempre le había
caracterizado, lo cual hizo que superara por completo los problemas y llevara
con decisión las riendas del hogar.
- Solo
quería decirte que te amo y que nunca dejaré de amarte- le dijo Estanislao, con
una gran sonrisa.
Carola se emocionó. Hacia mucho que su esposo no le
decía esas palabras. Por lo que lloró de la alegría y le respondió:
- Yo
también te amo.
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