Cuando era una niña, mi mamá me dijo que el hombre había
llegado a la luna y que, la razón por la que ya no se hicieron más viajes
espaciales, fue porque encontraron una civilización en el satélite. No sé si
será cierta esa historia, dado que mi mamá era muy conocida por sus fantasías y
su imaginación.
A pesar de todo, las historias de mamá fueron uno de los
motivos por el cual me convertí en astronauta. Fue un entrenamiento muy duro,
casi como si me entrenara para el servicio militar de élite. Pero todo esfuerzo
valió la pena, porque fui seleccionada para el nuevo gran proyecto de la NASA:
el retorno a la luna para el gran traslado a Marte.
Lo que había que hacer era sencillo: establecer una base en
nuestro satélite, seleccionar a unos cuantos para permanecer en la base y, el
resto, continuaría el viaje a Marte.
Antes de partir, se me ocurrió preguntar si es cierto que se
encontró una civilización en la luna que no les permitió seguir con los viajes
espaciales. Mis compañeros de equipo se rieron. Uno de ellos, llamado Charlie,
interrumpió las risas diciendo:
-
Se dice que, por debajo de la superficie lunar,
hay vestigios de que existió una gran civilización. Pero ten por seguro que la
verdadera causa por la que cesaron los viajes fue por dinero. Esta clase de
proyectos cuestan más de lo que te imaginas.
No mencioné el tema por un rato.
El equipo estaba conformado por cinco hombres y yo, la única
mujer y la más joven del grupo. Por lo tanto, a causa de mi edad, no sabía de
qué conversar con ellos.
Ya en la nave, uno del grupo llamado Steve, se acercó a mí y
me dijo en voz baja:
-
Eres muy valiente para insinuar aquello que
insinuaste.
-
¿A qué te refieres?- le pregunté, sin
comprender.
-
Eso de que hay vida en la luna. No sé de dónde
sacaste eso, o quién te lo dijo. Pero quiero advertirte de algo muy serio y que
pertenece a información clasificada: la NASA ha descubierto cosas increíbles
con respecto a la luna y los planetas del sistema solar. Pero aquellos
hallazgos no son revelados a la sociedad. Solo revelan el 10… ¡Qué digo! ¡Ni
siquiera el 5% de los descubrimientos! Ocultan todo lo que podrían alterar a
los civiles.
-
¿Y por qué me cuentas todo esto?
-
Me pareces confiable. Además, estoy feliz de que
hayan incluido a una mujer en la misión. El viaje sería aburrido si sólo
estuvieran esos hombres viejos y conservadores.
-
Siento que te me estás insinuando.
-
Puede ser. ¿Por qué no? ¡Eres linda e
inteligente! Pero no te preocupes, no te haré daño. Por ahora, si quieres,
podemos ser muy buenos amigos.
Le di un pequeño empujón y me alejé de él. Steve me pasaba
por cinco años, pero era muy extraño y no podía determinar si era un gran
mentiroso o un divagador. Aún así, debo admitir que, en el fondo, me caía bien.
A lo mejor porque era el único que me hablaba y que no me trataba como a una
criatura.
Cuando nos preparamos en nuestras ubicaciones, despegamos. A
pesar del entrenamiento, sentí cómo la sangre se me subía al cerebro y mi
corazón latía desesperadamente. Cuando la nave atravesó la atmosfera, todo se
calmó. Abrí los ojos y sentí la falta de gravedad como si estuviese dentro del
agua. Algunos del equipo se desabrocharon los cinturones y sintieron el gozo de
poder flotar. Yo también hice lo mismo y, por un rato, hice una que otra
pirueta con mis compañeros. Por primera vez, sentí que tuvimos empatía, porque
experimentamos la misma sensación de libertad sin tener en cuenta nuestro peso
o masa corporal.
Los gemelos del grupo, llamados Brian y Bob, terminaron con
la diversión. Activaron la gravedad y dirigieron la nave hacia el destino
deseado: la luna.
No hace falta añadir lo que pasó durante el viaje: comimos,
hicimos planes, establecimos quién recogería rocas y agua de la luna y
descansamos.
Cuando llegamos a la luna, me dispuse a contemplarla.
Siempre había soñado con ese momento y, por un momento, sentí que era el ser
más afortunado por tener la oportunidad de despegar de la Tierra, viajar por el
espacio y pisar la Luna, algo que millones de personas nunca ni soñarán con
lograrlo. Recordé a mi madre y las últimas palabras que me dijo cuando supo que
me incluyeron en la misión: No te asustes
si encuentras una civilización más avanzada que la nuestra. Ellos son amigables
y te darán una cálida bienvenida”
Cuando hicimos el alunizaje, Steve propuso que fuese yo la
primera en salir de la nave, argumentando que ya hay un primer hombre que pisó
la luna, por lo que debe haber una primera mujer.
Todos estuvieron de acuerdo con Steve. Como estaba tan
emocionada, no protesté. Por lo tanto, me puse el traje espacial, controlé el
oxígeno y, antes de salir, Steve me entregó una extraña caja negra.
-
Por si las dudas- me dijo, en un tono
misterioso.
Abrí la caja y me encontré con un objeto extraño. Parecía
una pistola, pero no era normal. No entendía el porqué Steve me daba un arma.
No le dije nada. Lo guardé, abrí la puerta y salí de la nave.
No sé qué habrá sentido Neil Amstrong al pisar la luna. Pero
yo me sentí completamente ligera. Era como si mis pies, en cualquier momento,
despegaran y me dejaran colgada en el aire… ¡No sé cómo decirlo! ¡Sé que no
existe el aire en la luna! Creo que lo correcto sería que me quedaría flotando.
Sentí que mi cuerpo tenía la consistencia de una pluma. Si apareciese un
gigante y me soplara, me expulsaría por completo al vacío. Al menos, esa fue la
idea que se me pasó por la mente luego de dar “pequeños saltos” fuera de la
nave.
-
¿Todo bien?- me preguntó Steve, desde el
comunicador que estaba incluido con el traje.
-
¡Todo bien!- dije, intentando mantener el
equilibrio en un sitio carente de gravedad.
-
Los gemelos te acompañarán- continuó Steve.
Luego de decir esas palabras, de la nave bajaron Brian y
Bob. Ambos eran tan idénticos que me era difícil identificarlos. El resto de la
tripulación simplemente les decían “los gemelos B”.
Los tres, entonces, empezamos a dar saltos que terminaron
por alejarnos de la nave completamente. Por lo tanto, regresamos dando tres
saltos más.
Antes de que Steve y el otro miembro de la tripulación
llamado Michael bajaran de la nave, Bob me preguntó el porqué Steve me dio esa
extraña pistola.
-
No lo sé- dije, mirando el arma- creo que se
está burlando de mí por lo que dije antes de iniciar el viaje.
-
¿Te refieres a que existe una civilización en
este satélite?- preguntó Bob- bueno, confieso que nos causó gracia tu
comentario y creímos que se habían equivocado al incluirte en la misión. Pero
creo que Steve también, en el fondo, apoya esa idea.
-
Steve vio un OVNI de chico- dijo Brian,
uniéndose a la conversación- o eso fue lo que dijo. Afirmó que estaba saliendo
de la luna. Creo que estaba soñando o comió algo raro. Sin embargo, esa arma
que te dio es muy extraña. Nunca vi un modelo así.
Los tres formamos un círculo para contemplar el arma. En
realidad supuse que era una pistola. Tenía una forma curva, hecha de una sola
pieza metálica y, en el mango, tenía un botón rojo. Apunté hacia arriba a ver
qué tal funcionaba y apreté el botón. Del caño, en vez de salir una bala,
salieron varios destellos luminosos que alcanzaron velocidades sorprendentes.
Esos destellos desaparecieron, sin caer hacia nuestra dirección o desviándose
en algún otro ángulo.
Steve y Michael ya se habían bajado de la nave cuando
disparé. Steve mostró una extraña expresión de susto y, para mi sorpresa, me
sujetó el brazo y me sacó el arma.
-
¿Estás loca? ¡Es peligroso!- me dijo, sin dejar
de soltarme.
-
¿Cuál es tu problema?- le dije, dándole un
empujón.
Él me soltó, lo cual contribuyó a que saltara hacia atrás,
por impulso, y me alejara del grupo. Casi sentí que estaba flotando, pero
terminé en el suelo de espaldas.
-
¡Tranquilo, Steve!- le dijo Michael- solo fue un
accidente.
-
¿Por qué le diste esa arma, Steve?- le preguntó
Bob, escéptico.
-
¡Cierto! ¿De dónde lo conseguiste?- continuó
Brian.
Steve no respondió a sus preguntas. Rápidamente, se acercó a
mí, me ayudó a levantarme, me devolvió la pistola y me dijo:
-
No somos los únicos visitantes de este satélite.
Luego de decir esas palabras, sentimos un temblor. Por
instinto, apreté la pistola con las dos manos. Mis compañeros me rodearon, con
la intención de protegerme. El temblor no duró mucho. Al final, todo volvió a
estar en calma.
Nos subimos a una colina. Como yo tenía el arma, estaba
detrás de ellos para protegerles la espalda. Aún seguía escéptica con las
palabras de Steve, pero tenía ese presentimiento extraño, como si estuviésemos
en una extraña aldea de bandidos o mafiosos rodeándonos completamente.
Al llegar a la cima, vimos la causa del temblor. Un pequeño
meteorito cayó, cerca de donde estábamos. Me adelanté a mis compañeros y bajé
de la colina, deslizándome, para contemplar de cerca el extraño objeto.
Tenía el tamaño de un cuarto. Era más pequeño que nuestra
nave. Lo que me llamaba la atención era que la roca era completamente lisa y
negra, sin fisuras ni nada que tendría que haber tenido al estrellar en la
superficie lunar.
Mis compañeros me gritaron, pero no les escuché. Estaba tan
concentrada en el meteorito que no presté atención a nada más.
Entonces, el mismo brilló con una luz blanca y potente, que
casi me cegó. Empecé a pedir ayuda y a extender los brazos, sin soltar la
pistola. Los gritos de los demás desaparecieron. Era como si el comunicador se
hubiese roto. Solo podía cerrar los ojos para que no me dañara la luz.
El brillo desapareció. Cuando abrí los ojos, me encontré
frente a una extraña construcción arquitectónica. Miré hacia atrás y ya no encontré
a mis compañeros. En su lugar, había un gran desierto de arena blancuzca. Volví
a mirar hacia adelante y contemplar ese extraño edificio. Su diseño era una
mezcla de arquitectura clásica con gótica. Bueno, nunca fui buena en distinguir
diseños, tendencias y esas cosas. Estaba compuesta por pilares, arcos y techos
planos. Todos de color de plata.
Por un momento creí que estaba soñando. Entonces, palpé los
pilares y realmente estaban ahí. Podía sentirlos.
Y mientras contemplaba la construcción, de entre los
pilares, apareció una niña. Era pequeña, de piel morena, cabellos y ojos
plateados y estaba completamente desnuda. En realidad no me llamó la atención
de encontrar a alguien ahí, con ese aspecto y en un lugar deshabitado. Lo que
más me llamó la atención fue que estaba sin traje y que podía respirar sin
oxígeno. A lo mejor los extraterrestres no necesitan del oxígeno para vivir.
La apunté con el arma con precaución. La niña no se movió.
Seguía mirándome con aquellos ojos plateados, sin cambiar aquella expresión
neutra y serena.
Detrás de la niña, apareció otro. Esta vez, era un señor
alto, de dos metros, también de cabellos y ojos plateados y completamente
desnudo.
Empecé a temblar. Rápidamente apunté al sujeto, pero ya no
podía mantenerme firme. Eran personas, lo sabía. Pero no eran terrícolas.
Tampoco podía decirles “extraterrestres”, dado que era yo quien, para ellos,
venía de otro mundo. Ellos siguieron mirándome tranquilamente, como si no se
sintieran amenazados con el arma.
Por alguna razón, la respiración se me dificultaba. El
tanque de oxígeno se me estaba acabando. Poco a poco, se me nubló la vista y
caí de rodillas al suelo.
El sujeto y la niña se acercaron. Me sentía tan débil que ya
no podía seguir apuntándoles con el arma. Mis brazos estaban en los costados.
La niña estaba tan cerca que podía tocarla con solo extender
mi mano. Ella, entonces, habló. No pude escuchar lo que decía, pero la vi
moviendo los labios.
Perdí el conocimiento, creyendo que moriría ahí mismo.
Acababa de descubrir que sí había vida en la luna, que tienen su propia
construcción arquitectónica y que pueden vivir sin oxígeno. Y sin embargo, con
mucho pesar, sentí que nunca podría comunicar eso al mundo. Pero algo bueno
debe tener morir en la luna. Estaba tan cerca del cielo que solo faltaba dar
unos saltos más y llegar al paraíso.
No morí. Cuando desperté, me encontré dentro de la nave.
Charlie, quien se había quedado todo ese tiempo dentro de la
nave, me estaba observando. Junto a él estaba Steve, que mostró una expresión
de alivio cuando desperté. Me sacaron el traje y me pusieron una mascarilla
para respirar, que me lo saqué luego de despertar.
-
¡Nos has dado un gran susto!- me dijo Steve, que
estuvo a punto de abrazarme. Pero Charlie lo estaba sosteniendo de su hombro.
-
¿Qué pasó?- dije, completamente confundida.
-
Caíste a un foso- me dijo Charlie- o eso fue lo
que me contó Michael. Bajaste a explorar el satélite, pero tropezaste y te
perdieron de vista. Empezaron a buscarte y gracias a que los trajes cuentan con
rastreador, desde la nave, supe localizarte. Cuando te encontraron, estaban
inconsciente y tu traje sufrió una rasgadura, que hacía que perdieras el
oxígeno- al decir eso, me mostró el traje y, en efecto, en uno de los brazos
había un pequeño agujero- fue una suerte que te hayamos localizado a tiempo.
-
¿No vieron la construcción?- pregunté- ¿Al
sujeto con la niña?
-
¿Construcción? ¿Personas en la luna?- preguntó
Charlie, sin comprender.
-
¡Tenían los cabellos plateados!- insistí- ¡Y
estaba esa construcción de diseño clásico o gótico!
-
Solo había rocas- afirmó Charlie,
interrumpiéndome bruscamente- la falta de oxígeno hizo que alucinaras. Eso es
todo. Ahora te quedarás dentro de la nave hasta que te recuperes por completo.
Michael y los gemelos B se encargarán de estudiar el terreno. ¿Lo has
entendido?
-
Sí señor- dije, agachando la cabeza para que no
viera que me había sonrojado.
Cuando Charlie se marchó, Steve se acercó a mí y me dijo:
-
¿Entonces los has visto?
-
¿Tú sí me crees? ¿O me estás tomando del pelo?
-
¡Sí te creo! ¡Por algo te dí esta pistola!-
dijo, mostrándome el arma que, de seguro, lo recuperó luego de que me
encontraran- escucha. En realidad nuestra misión no es solo establecer una base
espacial para viajar a Marte. Nuestra verdadera misión es colonizar la luna,
deshacernos de los pocos sobrevivientes que quedan y, si es necesario, crear
más bases para adaptar la luna a la sobrevivencia.
No sabía qué decirle. Steve tenía una expresión muy seria,
me miraba directo a los ojos y hablaba sin titubear. Por lo tanto, no podía
decir si estaba mintiendo o no.
-
Los gemelos B, Charlie y Michael no saben de
esto. Yo fui elegido especialmente para esta doble misión. No solo soy
astronauta. También soy agente secreto. Y el arma que te dí está hecha con lo
vulgarmente llamado “tecnología extraterrestre”. En las misiones anteriores, se
ha intentado colonizar la luna. Pero los habitantes poseían esa extraña
tecnología y, cuando eso, aún no contábamos con recursos suficientes para
enfrentarlos. Por eso se suspendieron los viajes. En secreto, se seleccionaron
a ciertas personas para crear la tecnología y, tanto física como
psicológicamente, se les prepararon para la colonización. Ahora ya contamos con
esa tecnología, que nos iguala a los “lunáticos”. La ventaja es que ellos,
ahora, sufren de una gran mortandad que hace que la población disminuya
rápidamente. Creo que los hemos contagiado con algo. no estoy seguro. Pero de
lo que sí estoy seguro es que, pronto, cuando construyamos la base, lograremos
colonizar la luna y, así, orientarnos a conquistar Marte, los demás planetas y
perpetuar nuestra especie humana.
No entendía nada de lo que pasaba. Steve estaba
completamente loco. Aquellas personas, con las que me encontré, no parecían ser
malas. Podían haberme matado, pero no lo hicieron. Simplemente me ubicaron en
un lugar donde mis compañeros podrían encontrarme fácilmente. ¿Acaso tenía el
derecho de arrebatarles la vida solo para colonizar la luna? ¿Acaso no fue
suficiente con lo que hicieron nuestros antepasados, tiempo atrás, al
conquistar las Américas? Ante esa idea, miré a Steve con enfado y le dije:
-
¡No estoy de acuerdo! ¡Ellos son nativos de este
satélite! ¡Además son muy amables! ¡Pudieron haberme matado! ¡Pero no lo
hicieron!
-
Tenías este arma. Eso les asustó.
-
¡Se me cayó el arma! ¡Perdí la concentración!
¡Ahora mismo iré y les diré a los otros lo que está pasando!
-
¿Ah, sí? ¿Y crees que te creerán? Creí que, con
este viaje, fortalecimos nuestra empatía y congeniábamos. Pero veo que no. Y
ahora que lo sabes, debo encargarme de ti.
Me apuntó con el arma, directo al corazón. Sin embargo, no
me asusté.
-
¡Vamos, dispara!- le dije, desafiante- a ver qué
excusa te inventarás cuando regresen los otros.
-
Diré que no pudiste resistir más la escases de
oxígeno- me dijo Steve, con una sonrisa maquiavélica- esta arma no deja marcas
ni cicatrices en el cuerpo. Solo sentirás cómo tus órganos vitales dejarán de
funcionar y morirás. Ya lo probé con animales, pero nunca con personas. Veremos
qué tal funciona contigo.
De la nada, apareció la niña de cabellos plateados y se
interpuso entre mí y Steve. Con un rápido movimiento, le arrebató el arma a mi
compañero de grupo y, con otro, le dio un severo golpe en el estómago que lo
hizo perder el conocimiento.
Sentí que alguien me tocaba el hombro. Me di la vuelta y me
encontré con el señor de cabellos plateados. Ambos aparecieron ahí para
protegerme de Steve. Quise hacerles muchas preguntas, pero estaba segura de que
no entenderían mi lenguaje.
La niña se acercó a Steve, le tocó la cabeza, cerró los ojos
y empezó a hacer sonidos de meditación: Mmmh…
Minutos después, se alejó de Steve, puso en mis manos la
pistola y se acercó a su compañero.
Los miré y les sonreí. Sabía que eran buenas personas. Y
aunque no entendían mi lenguaje, supieron enseguida que quería protegerlos. Era
lo mínimo que podía hacer después de que ellos me acercaran a mis compañeros
para regresar sana y salva a la nave.
Mi madre tenía razón. Los habitantes de la luna son muy
amigables. Ellos solo quieren defender el mundo donde viven, por más que se
están extinguiendo.
El sujeto extendió su puño, lo abrió y me mostró una piedra
negra y lisa, igual a aquel extraño meteorito, pero del tamaño de una pelota de
ping pong.
Tomé la piedra y, la misma, empezó a brillar. Pero no era un
brillo potente, sino suave. Enseguida, frente a mis ojos, aparecieron un sinfín
de lugares extraños y hermosos, todos de diferentes sitios de la luna. Por un
momento, volví a ver aquella extraña construcción arquitectónica y, luego,
vislumbré edificios circulares y lisos. También vi poblaciones enteras de
personas, todos con cabellos y ojos plateados, que extraían agua de las rocas y
las bebían sin problemas. Entonces, me di cuenta de que los “lunáticos” solo
necesitan del agua para vivir, y que aquel meteorito era un teletransportador
que, sin querer, me llevó a otro lugar un poco alejado de donde estaba nuestra
nave. y ese señor me regaló un pequeño teletransportador, que sería capaz de
llevarme adonde quisiera, siempre y cuando no fuese un lugar del otro mundo.
Regresé a la nave y la piedra dejó de brillar. El sujeto y
la niña desaparecieron y Steve seguía inconsciente. Guardé la piedra en mi
bolsillo y, cuando Steve despertó, me puse en posición de defensa.
-
¿Qué pasó?- dijo Steve, mirando a su alrededor.
Cuando me vio, puso una expresión de alivio- ¿Estás bien? ¡Qué alegría!
-
¿No recuerdas lo que pasó?- pregunté.
Steve me miró fijamente, con signo de interrogación. Luego
se encogió de hombros y dijo:
-
Solo recuerdo que, mientras Charlie y yo te
cuidábamos, sentí mucho sueño y me dormí. ¿Dónde está Charlie? ¡Le avisaré que
ya despertaste!
-
¡Ya lo sabe!- le dije. Me puse en una posición
natural y continué- me pidió que no saliera de la nave.
-
Ah, que bien- dijo Steve. Luego, como si estaba
recordando algo, continuó- por cierto, ¿No viste nada raro? ¿Cómo
“extraterrestres? ¿O ruinas arquitectónicas?
Definitivamente Steve no recordaba nada de nuestra
conversación. Esa niña le borró fragmentos de su memoria. Los “lunáticos” sí
que son sorprendentes.
-
No ví nada- dije, dando por cerrado el asunto-
solo recuerdo que me acercaba al meteorito y que, luego, caí y me golpeé la
cabeza.
-
Ya veo- dijo Steve, un poco decepcionado- bueno,
no importa.
Cuando los otros regresaron, se aliviaron de que estuviera
bien. Luego, nos sentamos en círculo a comer y a conversar sobre lo que
haríamos a continuación.
Conservé el teletransportador, así como también el recuerdo
de la niña, el sujeto y lo que vislumbré en instantes. Steve nunca logró ver lo
que yo vi, por lo tanto ni estaba seguro de si realmente la luna era apta para
la sobrevivencia. Logramos construir la base, aunque no duró por mucho tiempo.
Aún nos faltaba para establecernos definitivamente y poder vivir como viven los
“lunáticos”
Solo espero que, algún día, pueda volver a encontrarme con
ellos, conversar de muchas cosas y, así, poder ayudarlos a seguir viviendo en
la luna mientras nosotros, los terrícolas, intentamos proteger el único planeta
que tiene todas las condiciones para poder vivir bien en ella.