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Esta página fue creada para mostrar algunos cuentos, reflexiones, poemas y dibujos que hice a lo largo de los años. Si tienen dudas o sugerencias, por favor escribanme a mi mail Solestelar@gmail.com e intentaré responder sus mensajes. Desde ya, gracias por visitar el blog ^^

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lunes, 25 de junio de 2012

Etérea



Los rostros se desfiguraban, como si estuviesen por detrás de un vidrio empañado por la neblina. Mi respiración se me dificultaba. Aquello era tan surreal, como si fuese parte de una pesadilla del cual no podía salir. Lágrimas, gritos, suspiros… todo pasaba a mi alrededor como una brisa de viento sur.
Mi vista solo iba dirigida a aquel cajón cerrado, hecho de madera y totalmente oscuro, como si viniera de las entrañas de un bosque embrujado.
Ella estaba ahí. Lo sabía. No me dejaron ver el rostro. Su cuerpo estaba cubierto por aquellas sábanas blancas que, a su vez, estaban protegidas por aquel rígido ataúd, tal cual la niebla ensombrece al cielo.
Intentaba recordar su voz. Pero solo escuchaba el murmullo, las lágrimas y los suspiros.
Entonces, sentí que estaba en el medio del desierto. Pero no era un desierto cualquiera, sino un desierto de arenas de sangre y cielo negro, sin luna y con una densa neblina. Aquello me asfixiaba, me hacía perder la razón, me incitaba a la locura. Solo deseaba que la pesadilla terminara, volver a la normalidad.
Las lágrimas volvieron. Era lo único que me mantenía a flote, hasta que me secara de vuelta y el delirio retornara para atormentarme.
Y entonces, todo se calmó. Los rostros desaparecieron, así como también aquellos murmullos y gritos de dolor. El cajón también desapareció y, en su lugar, apareció una mujer. Estaba de espaldas y, como todo estaba oscuro, no podía precisar quién era. Un instante después, se dio la vuelta y la reconocí. Logró salir del ataúd y mostró una media sonrisa, lo cual me emocionó. Aún así, sabía que ya no la vería todos los días. Debía partir, como lo ordena la ley de la vida. Lo único que podía hacer era devolverle esa sonrisa y desearle buena suerte en el viaje. De todas formas, algún día llegará mi turno y podré seguirla.
Quisiera llamarla, pero la molestaría. Mejor que siga descansando y permanezca viva en mis recuerdos y en la memoria colectiva.

domingo, 24 de junio de 2012

Historia clasificada


Cuando era una niña, mi mamá me dijo que el hombre había llegado a la luna y que, la razón por la que ya no se hicieron más viajes espaciales, fue porque encontraron una civilización en el satélite. No sé si será cierta esa historia, dado que mi mamá era muy conocida por sus fantasías y su imaginación.
A pesar de todo, las historias de mamá fueron uno de los motivos por el cual me convertí en astronauta. Fue un entrenamiento muy duro, casi como si me entrenara para el servicio militar de élite. Pero todo esfuerzo valió la pena, porque fui seleccionada para el nuevo gran proyecto de la NASA: el retorno a la luna para el gran traslado a Marte.
Lo que había que hacer era sencillo: establecer una base en nuestro satélite, seleccionar a unos cuantos para permanecer en la base y, el resto, continuaría el viaje a Marte.
Antes de partir, se me ocurrió preguntar si es cierto que se encontró una civilización en la luna que no les permitió seguir con los viajes espaciales. Mis compañeros de equipo se rieron. Uno de ellos, llamado Charlie, interrumpió las risas diciendo:
-          Se dice que, por debajo de la superficie lunar, hay vestigios de que existió una gran civilización. Pero ten por seguro que la verdadera causa por la que cesaron los viajes fue por dinero. Esta clase de proyectos cuestan más de lo que te imaginas.
No mencioné el tema por un rato.
El equipo estaba conformado por cinco hombres y yo, la única mujer y la más joven del grupo. Por lo tanto, a causa de mi edad, no sabía de qué conversar con ellos.
Ya en la nave, uno del grupo llamado Steve, se acercó a mí y me dijo en voz baja:
-          Eres muy valiente para insinuar aquello que insinuaste.
-          ¿A qué te refieres?- le pregunté, sin comprender.
-          Eso de que hay vida en la luna. No sé de dónde sacaste eso, o quién te lo dijo. Pero quiero advertirte de algo muy serio y que pertenece a información clasificada: la NASA ha descubierto cosas increíbles con respecto a la luna y los planetas del sistema solar. Pero aquellos hallazgos no son revelados a la sociedad. Solo revelan el 10… ¡Qué digo! ¡Ni siquiera el 5% de los descubrimientos! Ocultan todo lo que podrían alterar a los civiles.
-          ¿Y por qué me cuentas todo esto?
-          Me pareces confiable. Además, estoy feliz de que hayan incluido a una mujer en la misión. El viaje sería aburrido si sólo estuvieran esos hombres viejos y conservadores.
-          Siento que te me estás insinuando.
-          Puede ser. ¿Por qué no? ¡Eres linda e inteligente! Pero no te preocupes, no te haré daño. Por ahora, si quieres, podemos ser muy buenos amigos.
Le di un pequeño empujón y me alejé de él. Steve me pasaba por cinco años, pero era muy extraño y no podía determinar si era un gran mentiroso o un divagador. Aún así, debo admitir que, en el fondo, me caía bien. A lo mejor porque era el único que me hablaba y que no me trataba como a una criatura.
Cuando nos preparamos en nuestras ubicaciones, despegamos. A pesar del entrenamiento, sentí cómo la sangre se me subía al cerebro y mi corazón latía desesperadamente. Cuando la nave atravesó la atmosfera, todo se calmó. Abrí los ojos y sentí la falta de gravedad como si estuviese dentro del agua. Algunos del equipo se desabrocharon los cinturones y sintieron el gozo de poder flotar. Yo también hice lo mismo y, por un rato, hice una que otra pirueta con mis compañeros. Por primera vez, sentí que tuvimos empatía, porque experimentamos la misma sensación de libertad sin tener en cuenta nuestro peso o masa corporal.
Los gemelos del grupo, llamados Brian y Bob, terminaron con la diversión. Activaron la gravedad y dirigieron la nave hacia el destino deseado: la luna.
No hace falta añadir lo que pasó durante el viaje: comimos, hicimos planes, establecimos quién recogería rocas y agua de la luna y descansamos.
Cuando llegamos a la luna, me dispuse a contemplarla. Siempre había soñado con ese momento y, por un momento, sentí que era el ser más afortunado por tener la oportunidad de despegar de la Tierra, viajar por el espacio y pisar la Luna, algo que millones de personas nunca ni soñarán con lograrlo. Recordé a mi madre y las últimas palabras que me dijo cuando supo que me incluyeron en la misión: No te asustes si encuentras una civilización más avanzada que la nuestra. Ellos son amigables y te darán una cálida bienvenida”
Cuando hicimos el alunizaje, Steve propuso que fuese yo la primera en salir de la nave, argumentando que ya hay un primer hombre que pisó la luna, por lo que debe haber una primera mujer.
Todos estuvieron de acuerdo con Steve. Como estaba tan emocionada, no protesté. Por lo tanto, me puse el traje espacial, controlé el oxígeno y, antes de salir, Steve me entregó una extraña caja negra.
-          Por si las dudas- me dijo, en un tono misterioso.
Abrí la caja y me encontré con un objeto extraño. Parecía una pistola, pero no era normal. No entendía el porqué Steve me daba un arma. No le dije nada. Lo guardé, abrí la puerta y salí de la nave.
No sé qué habrá sentido Neil Amstrong al pisar la luna. Pero yo me sentí completamente ligera. Era como si mis pies, en cualquier momento, despegaran y me dejaran colgada en el aire… ¡No sé cómo decirlo! ¡Sé que no existe el aire en la luna! Creo que lo correcto sería que me quedaría flotando. Sentí que mi cuerpo tenía la consistencia de una pluma. Si apareciese un gigante y me soplara, me expulsaría por completo al vacío. Al menos, esa fue la idea que se me pasó por la mente luego de dar “pequeños saltos” fuera de la nave.
-          ¿Todo bien?- me preguntó Steve, desde el comunicador que estaba incluido con el traje.
-          ¡Todo bien!- dije, intentando mantener el equilibrio en un sitio carente de gravedad.
-          Los gemelos te acompañarán- continuó Steve.
Luego de decir esas palabras, de la nave bajaron Brian y Bob. Ambos eran tan idénticos que me era difícil identificarlos. El resto de la tripulación simplemente les decían “los gemelos B”.
Los tres, entonces, empezamos a dar saltos que terminaron por alejarnos de la nave completamente. Por lo tanto, regresamos dando tres saltos más.
Antes de que Steve y el otro miembro de la tripulación llamado Michael bajaran de la nave, Bob me preguntó el porqué Steve me dio esa extraña pistola.
-          No lo sé- dije, mirando el arma- creo que se está burlando de mí por lo que dije antes de iniciar el viaje.
-          ¿Te refieres a que existe una civilización en este satélite?- preguntó Bob- bueno, confieso que nos causó gracia tu comentario y creímos que se habían equivocado al incluirte en la misión. Pero creo que Steve también, en el fondo, apoya esa idea.
-          Steve vio un OVNI de chico- dijo Brian, uniéndose a la conversación- o eso fue lo que dijo. Afirmó que estaba saliendo de la luna. Creo que estaba soñando o comió algo raro. Sin embargo, esa arma que te dio es muy extraña. Nunca vi un modelo así.
Los tres formamos un círculo para contemplar el arma. En realidad supuse que era una pistola. Tenía una forma curva, hecha de una sola pieza metálica y, en el mango, tenía un botón rojo. Apunté hacia arriba a ver qué tal funcionaba y apreté el botón. Del caño, en vez de salir una bala, salieron varios destellos luminosos que alcanzaron velocidades sorprendentes. Esos destellos desaparecieron, sin caer hacia nuestra dirección o desviándose en algún otro ángulo.
Steve y Michael ya se habían bajado de la nave cuando disparé. Steve mostró una extraña expresión de susto y, para mi sorpresa, me sujetó el brazo y me sacó el arma.
-          ¿Estás loca? ¡Es peligroso!- me dijo, sin dejar de soltarme.
-          ¿Cuál es tu problema?- le dije, dándole un empujón.
Él me soltó, lo cual contribuyó a que saltara hacia atrás, por impulso, y me alejara del grupo. Casi sentí que estaba flotando, pero terminé en el suelo de espaldas.
-          ¡Tranquilo, Steve!- le dijo Michael- solo fue un accidente.
-          ¿Por qué le diste esa arma, Steve?- le preguntó Bob, escéptico.
-          ¡Cierto! ¿De dónde lo conseguiste?- continuó Brian.
Steve no respondió a sus preguntas. Rápidamente, se acercó a mí, me ayudó a levantarme, me devolvió la pistola y me dijo:
-          No somos los únicos visitantes de este satélite.
Luego de decir esas palabras, sentimos un temblor. Por instinto, apreté la pistola con las dos manos. Mis compañeros me rodearon, con la intención de protegerme. El temblor no duró mucho. Al final, todo volvió a estar en calma.
Nos subimos a una colina. Como yo tenía el arma, estaba detrás de ellos para protegerles la espalda. Aún seguía escéptica con las palabras de Steve, pero tenía ese presentimiento extraño, como si estuviésemos en una extraña aldea de bandidos o mafiosos rodeándonos completamente.
Al llegar a la cima, vimos la causa del temblor. Un pequeño meteorito cayó, cerca de donde estábamos. Me adelanté a mis compañeros y bajé de la colina, deslizándome, para contemplar de cerca el extraño objeto.
Tenía el tamaño de un cuarto. Era más pequeño que nuestra nave. Lo que me llamaba la atención era que la roca era completamente lisa y negra, sin fisuras ni nada que tendría que haber tenido al estrellar en la superficie lunar.
Mis compañeros me gritaron, pero no les escuché. Estaba tan concentrada en el meteorito que no presté atención a nada más.
Entonces, el mismo brilló con una luz blanca y potente, que casi me cegó. Empecé a pedir ayuda y a extender los brazos, sin soltar la pistola. Los gritos de los demás desaparecieron. Era como si el comunicador se hubiese roto. Solo podía cerrar los ojos para que no me dañara la luz.
El brillo desapareció. Cuando abrí los ojos, me encontré frente a una extraña construcción arquitectónica. Miré hacia atrás y ya no encontré a mis compañeros. En su lugar, había un gran desierto de arena blancuzca. Volví a mirar hacia adelante y contemplar ese extraño edificio. Su diseño era una mezcla de arquitectura clásica con gótica. Bueno, nunca fui buena en distinguir diseños, tendencias y esas cosas. Estaba compuesta por pilares, arcos y techos planos. Todos de color de plata.
Por un momento creí que estaba soñando. Entonces, palpé los pilares y realmente estaban ahí. Podía sentirlos.
Y mientras contemplaba la construcción, de entre los pilares, apareció una niña. Era pequeña, de piel morena, cabellos y ojos plateados y estaba completamente desnuda. En realidad no me llamó la atención de encontrar a alguien ahí, con ese aspecto y en un lugar deshabitado. Lo que más me llamó la atención fue que estaba sin traje y que podía respirar sin oxígeno. A lo mejor los extraterrestres no necesitan del oxígeno para vivir.
La apunté con el arma con precaución. La niña no se movió. Seguía mirándome con aquellos ojos plateados, sin cambiar aquella expresión neutra y serena.
Detrás de la niña, apareció otro. Esta vez, era un señor alto, de dos metros, también de cabellos y ojos plateados y completamente desnudo.
Empecé a temblar. Rápidamente apunté al sujeto, pero ya no podía mantenerme firme. Eran personas, lo sabía. Pero no eran terrícolas. Tampoco podía decirles “extraterrestres”, dado que era yo quien, para ellos, venía de otro mundo. Ellos siguieron mirándome tranquilamente, como si no se sintieran amenazados con el arma.
Por alguna razón, la respiración se me dificultaba. El tanque de oxígeno se me estaba acabando. Poco a poco, se me nubló la vista y caí de rodillas al suelo.
El sujeto y la niña se acercaron. Me sentía tan débil que ya no podía seguir apuntándoles con el arma. Mis brazos estaban en los costados.
La niña estaba tan cerca que podía tocarla con solo extender mi mano. Ella, entonces, habló. No pude escuchar lo que decía, pero la vi moviendo los labios.
Perdí el conocimiento, creyendo que moriría ahí mismo. Acababa de descubrir que sí había vida en la luna, que tienen su propia construcción arquitectónica y que pueden vivir sin oxígeno. Y sin embargo, con mucho pesar, sentí que nunca podría comunicar eso al mundo. Pero algo bueno debe tener morir en la luna. Estaba tan cerca del cielo que solo faltaba dar unos saltos más y llegar al paraíso.
No morí. Cuando desperté, me encontré dentro de la nave.
Charlie, quien se había quedado todo ese tiempo dentro de la nave, me estaba observando. Junto a él estaba Steve, que mostró una expresión de alivio cuando desperté. Me sacaron el traje y me pusieron una mascarilla para respirar, que me lo saqué luego de despertar.
-          ¡Nos has dado un gran susto!- me dijo Steve, que estuvo a punto de abrazarme. Pero Charlie lo estaba sosteniendo de su hombro.
-          ¿Qué pasó?- dije, completamente confundida.
-          Caíste a un foso- me dijo Charlie- o eso fue lo que me contó Michael. Bajaste a explorar el satélite, pero tropezaste y te perdieron de vista. Empezaron a buscarte y gracias a que los trajes cuentan con rastreador, desde la nave, supe localizarte. Cuando te encontraron, estaban inconsciente y tu traje sufrió una rasgadura, que hacía que perdieras el oxígeno- al decir eso, me mostró el traje y, en efecto, en uno de los brazos había un pequeño agujero- fue una suerte que te hayamos localizado a tiempo.
-          ¿No vieron la construcción?- pregunté- ¿Al sujeto con la niña?
-          ¿Construcción? ¿Personas en la luna?- preguntó Charlie, sin comprender.
-          ¡Tenían los cabellos plateados!- insistí- ¡Y estaba esa construcción de diseño clásico o gótico!
-          Solo había rocas- afirmó Charlie, interrumpiéndome bruscamente- la falta de oxígeno hizo que alucinaras. Eso es todo. Ahora te quedarás dentro de la nave hasta que te recuperes por completo. Michael y los gemelos B se encargarán de estudiar el terreno. ¿Lo has entendido?
-          Sí señor- dije, agachando la cabeza para que no viera que me había sonrojado.
Cuando Charlie se marchó, Steve se acercó a mí y me dijo:
-          ¿Entonces los has visto?
-          ¿Tú sí me crees? ¿O me estás tomando del pelo?
-          ¡Sí te creo! ¡Por algo te dí esta pistola!- dijo, mostrándome el arma que, de seguro, lo recuperó luego de que me encontraran- escucha. En realidad nuestra misión no es solo establecer una base espacial para viajar a Marte. Nuestra verdadera misión es colonizar la luna, deshacernos de los pocos sobrevivientes que quedan y, si es necesario, crear más bases para adaptar la luna a la sobrevivencia.
No sabía qué decirle. Steve tenía una expresión muy seria, me miraba directo a los ojos y hablaba sin titubear. Por lo tanto, no podía decir si estaba mintiendo o no.
-          Los gemelos B, Charlie y Michael no saben de esto. Yo fui elegido especialmente para esta doble misión. No solo soy astronauta. También soy agente secreto. Y el arma que te dí está hecha con lo vulgarmente llamado “tecnología extraterrestre”. En las misiones anteriores, se ha intentado colonizar la luna. Pero los habitantes poseían esa extraña tecnología y, cuando eso, aún no contábamos con recursos suficientes para enfrentarlos. Por eso se suspendieron los viajes. En secreto, se seleccionaron a ciertas personas para crear la tecnología y, tanto física como psicológicamente, se les prepararon para la colonización. Ahora ya contamos con esa tecnología, que nos iguala a los “lunáticos”. La ventaja es que ellos, ahora, sufren de una gran mortandad que hace que la población disminuya rápidamente. Creo que los hemos contagiado con algo. no estoy seguro. Pero de lo que sí estoy seguro es que, pronto, cuando construyamos la base, lograremos colonizar la luna y, así, orientarnos a conquistar Marte, los demás planetas y perpetuar nuestra especie humana.
No entendía nada de lo que pasaba. Steve estaba completamente loco. Aquellas personas, con las que me encontré, no parecían ser malas. Podían haberme matado, pero no lo hicieron. Simplemente me ubicaron en un lugar donde mis compañeros podrían encontrarme fácilmente. ¿Acaso tenía el derecho de arrebatarles la vida solo para colonizar la luna? ¿Acaso no fue suficiente con lo que hicieron nuestros antepasados, tiempo atrás, al conquistar las Américas? Ante esa idea, miré a Steve con enfado y le dije:
-          ¡No estoy de acuerdo! ¡Ellos son nativos de este satélite! ¡Además son muy amables! ¡Pudieron haberme matado! ¡Pero no lo hicieron!
-          Tenías este arma. Eso les asustó.
-          ¡Se me cayó el arma! ¡Perdí la concentración! ¡Ahora mismo iré y les diré a los otros lo que está pasando!
-          ¿Ah, sí? ¿Y crees que te creerán? Creí que, con este viaje, fortalecimos nuestra empatía y congeniábamos. Pero veo que no. Y ahora que lo sabes, debo encargarme de ti.
Me apuntó con el arma, directo al corazón. Sin embargo, no me asusté.
-          ¡Vamos, dispara!- le dije, desafiante- a ver qué excusa te inventarás cuando regresen los otros.
-          Diré que no pudiste resistir más la escases de oxígeno- me dijo Steve, con una sonrisa maquiavélica- esta arma no deja marcas ni cicatrices en el cuerpo. Solo sentirás cómo tus órganos vitales dejarán de funcionar y morirás. Ya lo probé con animales, pero nunca con personas. Veremos qué tal funciona contigo.
De la nada, apareció la niña de cabellos plateados y se interpuso entre mí y Steve. Con un rápido movimiento, le arrebató el arma a mi compañero de grupo y, con otro, le dio un severo golpe en el estómago que lo hizo perder el conocimiento.
Sentí que alguien me tocaba el hombro. Me di la vuelta y me encontré con el señor de cabellos plateados. Ambos aparecieron ahí para protegerme de Steve. Quise hacerles muchas preguntas, pero estaba segura de que no entenderían mi lenguaje.
La niña se acercó a Steve, le tocó la cabeza, cerró los ojos y empezó a hacer sonidos de meditación: Mmmh…
Minutos después, se alejó de Steve, puso en mis manos la pistola y se acercó a su compañero.
Los miré y les sonreí. Sabía que eran buenas personas. Y aunque no entendían mi lenguaje, supieron enseguida que quería protegerlos. Era lo mínimo que podía hacer después de que ellos me acercaran a mis compañeros para regresar sana y salva a la nave.
Mi madre tenía razón. Los habitantes de la luna son muy amigables. Ellos solo quieren defender el mundo donde viven, por más que se están extinguiendo.
El sujeto extendió su puño, lo abrió y me mostró una piedra negra y lisa, igual a aquel extraño meteorito, pero del tamaño de una pelota de ping pong.
Tomé la piedra y, la misma, empezó a brillar. Pero no era un brillo potente, sino suave. Enseguida, frente a mis ojos, aparecieron un sinfín de lugares extraños y hermosos, todos de diferentes sitios de la luna. Por un momento, volví a ver aquella extraña construcción arquitectónica y, luego, vislumbré edificios circulares y lisos. También vi poblaciones enteras de personas, todos con cabellos y ojos plateados, que extraían agua de las rocas y las bebían sin problemas. Entonces, me di cuenta de que los “lunáticos” solo necesitan del agua para vivir, y que aquel meteorito era un teletransportador que, sin querer, me llevó a otro lugar un poco alejado de donde estaba nuestra nave. y ese señor me regaló un pequeño teletransportador, que sería capaz de llevarme adonde quisiera, siempre y cuando no fuese un lugar del otro mundo.
Regresé a la nave y la piedra dejó de brillar. El sujeto y la niña desaparecieron y Steve seguía inconsciente. Guardé la piedra en mi bolsillo y, cuando Steve despertó, me puse en posición de defensa.
-          ¿Qué pasó?- dijo Steve, mirando a su alrededor. Cuando me vio, puso una expresión de alivio- ¿Estás bien? ¡Qué alegría!
-          ¿No recuerdas lo que pasó?- pregunté.
Steve me miró fijamente, con signo de interrogación. Luego se encogió de hombros y dijo:
-          Solo recuerdo que, mientras Charlie y yo te cuidábamos, sentí mucho sueño y me dormí. ¿Dónde está Charlie? ¡Le avisaré que ya despertaste!
-          ¡Ya lo sabe!- le dije. Me puse en una posición natural y continué- me pidió que no saliera de la nave.
-          Ah, que bien- dijo Steve. Luego, como si estaba recordando algo, continuó- por cierto, ¿No viste nada raro? ¿Cómo “extraterrestres? ¿O ruinas arquitectónicas?
Definitivamente Steve no recordaba nada de nuestra conversación. Esa niña le borró fragmentos de su memoria. Los “lunáticos” sí que son sorprendentes.
-          No ví nada- dije, dando por cerrado el asunto- solo recuerdo que me acercaba al meteorito y que, luego, caí y me golpeé la cabeza.
-          Ya veo- dijo Steve, un poco decepcionado- bueno, no importa.
Cuando los otros regresaron, se aliviaron de que estuviera bien. Luego, nos sentamos en círculo a comer y a conversar sobre lo que haríamos a continuación.
Conservé el teletransportador, así como también el recuerdo de la niña, el sujeto y lo que vislumbré en instantes. Steve nunca logró ver lo que yo vi, por lo tanto ni estaba seguro de si realmente la luna era apta para la sobrevivencia. Logramos construir la base, aunque no duró por mucho tiempo. Aún nos faltaba para establecernos definitivamente y poder vivir como viven los “lunáticos”
Solo espero que, algún día, pueda volver a encontrarme con ellos, conversar de muchas cosas y, así, poder ayudarlos a seguir viviendo en la luna mientras nosotros, los terrícolas, intentamos proteger el único planeta que tiene todas las condiciones para poder vivir bien en ella.

viernes, 22 de junio de 2012

Serie de escritos cortos y un dibujo


Muerte en vida
Estoy muerto. Desde hace años, deambulo en este mar de personas, sin rumbo fijo, con la mirada perdida. Sigo respirando, comiendo y trabajando. Pero no le encuentro sentido a la vida. Siento que soy como una máquina automática, a quien programaron solo para que siguiera caminando, respirando, trabajando y todas esas cosas que hacen los humanos. De seguro, cuando mi cuerpo se agote, no lo sentiré. Porque la muerte se me adelantó hace tiempo, sacandome los sueños, ilusiones y ganas de luchar. Lo que hago no es para vivir, sino para sobrevivir.

Identidad
Cuando me hacen una factura, me preguntan mi RUC. Cuando transfiero datos desde mi celular, me preguntan mi PIN. A la hora de firmar, me preguntan mi CI. Extraño aquellos tiempos en que, simplemente, me preguntaban mi nombre.

Macabro
Caminaba encima de los cadáveres ensangrentados. Los miraba y se reía de sus expresiones vacías. Alzó el cadáver de un niño, lo lanzó lejos y empezó a reir a carcajadas. Luego, en el medio de aquel macabro cementerio, se arrodilló y empezó a llorar.

Angel caído
El otro día me topé con un ángel. tenía los cabellos revueltos y las alas atoradas por las ramas de un árbol. Me dijo que se había tropezado con una nube y terminó en esa situación. Entonces, lo ayudé  a desengancharse y le arreglé sus cabellos. Me agradeció la ayuda y se fue volando. Así es como conocí a un ángel caído. 

domingo, 17 de junio de 2012

Historia estúpida


Esta es la historia más estúpida del mundo. Tan estúpida que no sé si me animo a contar. Pero bueno, ya que estamos.
Resulta que esta historia se trata de un hombre estúpido. Ese hombre siempre fue un niño mimado, que conseguía lo que quería cada vez que hacía sus berrinches. Pues bien, pasó el tiempo y empezó a trabajar en una importante empresa para farándulas de televisión. Eso es, se dedicaba a observar los castings de conductores o bailarines para ciertos programas. No me pregunten cuál era su función exactamente, porque eso no viene a cuento. Tampoco me pregunten el porqué digo que era estúpido. De seguro piensan que es porque se creía lo primero que le decían. Falso. En realidad no por eso uno es estúpido. Una cosa es la credulidad y otra, muy diferente, es la estupidez. Tampoco era de los que se aplazaban con frecuencia en clases. No porque uno tuvo un aplazo en un examen quiere decir que sea estúpido. Pero bueno, no sé para qué quieren saber el porqué era estúpido. Si lo conocieran, me darían la razón y listo.
Resulta que él trabajaba en ese lugar que mencioné antes y, cada tanto, metía la pata cada vez que abría la boca para decir tonterías. No lo hacía por maldad. No tenía la culpa de ser así. Los demás lo notaron y empezaron a burlarse de él a sus espaldas. Entonces él, un buen día, los enfrentó y les dijo: “¡No soy estúpido! ¡Solo soy poco inteligente!”
Creyendo que, así, lograría que lo respetaran, recibió el coro de burlas y lincheos por parte de sus compañeros de trabajo. Por días no se hablaba de otro tema y, por su estupidez, consiguió que le dedicaran solo un programa para él y su frase célebre que rondó por diversas páginas web. Por la calle, la gente lo reconocía, lo señalaba y gritaba: “¡Ahí está el estúpido que no es estúpido!”
El pobre estúpido no entendía nada más. Algunos lo tenían como una superestrella y, otros, usaban su imagen photoshopeada para representar su altísimo grado de estupidez. Es que la gente demuestra tener tanta imaginación y creatividad para esta clase de cosas, que hasta el estúpido se da cuenta de eso.
Al final, no tuvo otra opción más que aguantar todas esas estúpidas manifestaciones de su imagen y frase  y esperar a que apareciese otro más estúpido para que, rápidamente, tomara su lugar.