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domingo, 26 de junio de 2011

El puente imaginario

Vivian en pueblos vecinos, que estaba separado por un río ancho y caudaloso. Lo único que podían hacer era mirarse e imaginarse cómo sería si pudiesen, por lo menos, tomarse de las manos. Por suerte, ambos tenían muy buena voz y podían hablar a gritos sobre cómo se sentían, qué estaban haciendo y como desearían que hubiese un puente por donde cruzar.

Y mediante a gritos, acordaron con imaginar un puente que uniera ambos pueblos, para así poder abrazarse y andar caminando de la mano en la mente. Al principio, en la imaginación se imaginaban una hermosa amistad. Pero luego, las cosas comenzaron a complicarse. Siempre se contaban qué se imaginaban, y cada vez esos sueños se volvían similares.

Una vez, uno de ellos imaginó que se veían en el medio del puente y hablaban normalmente. Hasta que, de pronto, no pudieron coincidir en un tema y comenzaron a discutir. El encuentro terminó enseguida, lo cual hizo que ninguno de los dos se viera por días.

Pasaron dos semanas y, como se extrañaban, volvieron a reencontrarse en el sueño. Pero uno de ellos llevaba unos zapatos hermosos que le regalaron algún pariente rico. El amigo vio los zapatos y los pidió prestados, pero sin éxito. Otra vez empezaron a pelear y fue muy grave, tanto que incluso en la realidad empezaron a ofenderse en voz alta. Por suerte, sus padres los vieron y decidieron “apartarlos”. En sus respectivas casas, cada uno se contó las similitudes que tenían en sus sueños al imaginarse que había un puente, hasta las peleas fueron similares. Los padres se asustaron: nunca antes habían escuchado algo como eso.

En ambas familias acusaron al otro de que eran brujos, que en realidad arrebataban sus almas para llevarlos en ese lugar, donde sí existe un puente. Por lo tanto, y temiendo que hubiesen nuevos enfrentamientos, prohibieron a sus hijos a verse de nuevo, tanto en la imaginación como en la vida real.

Pasaron los meses, los años… cuando ya eran grandes, recordaron esos días en que, tanto en la realidad como en la imaginación, compartieron palabras y sentimientos. Lamentaron haberse peleado por tonterías y se preguntaron si, tanto el uno como el otro todavía estaría enojado.

Por lo tanto, una noche, volvieron a soñar con el puente imaginario. Aunque ya no se habían visto más, podían verse cómo cambiaron tanto. Eran completamente unos adultos. Se miraron frente a frente y se dieron un abrazo. Al final, reanudaron su amistad y, cada uno, en su pueblo, trabajó mucho para construir un puente de verdad y poder comunicar ambos pueblos tanto en la parte económica como en la parte social.

Pasaron varios años más en construirse el puente. Cuando se inauguró el mismo, ambos por fin pudieron estar muy cerca, frente a frente y abrazándose por primera vez en la vida real.

Pero ese contacto no duró mucho. Los dos pueblos no se llevaban bien, dado que tenían muchas diferencias culturales y sociales. Hasta los dos amigos se pelearon, y como era la vida real la pelea fue aún más fuerte. Al final, lamentaron haber construido el puente y se volvieron a separar.

Para no hacer más ningún contacto, ambos se mudaron de donde estaban. Así, vivieron apartados del pueblo y, unos años después, murieron de muerte natural.

Después de muertos, por algún motivo regresaron al pueblo como almas en pena. A pesar de que ambos pueblos cambiaron, reconocieron cada sitio y hasta lograron llegar al puente. Ambos se encontraron ahí y, como los espíritus ya no guardan rencor sobre sus vidas pasadas, se dieron su abrazo de amistad y fueron al más allá, donde al fin se pondrían al día.

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