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jueves, 20 de diciembre de 2007
Windusty
WINDUSTY, LA CIUDAD DE LA MAGIA
Llegó el momento de la hoguera. Iban a quemar a la bruja que encontraron invocando al diablo, aunque en realidad estaba tratando de crear un conjuro para vencer al demonio que azotaba a todos con la sequia.
La bruja, una mujer asombrosamente bella, de buen cuerpo y rostro fino, observó el cielo, en la que pudo vislumbrar cómo la luna llena se estaba ocultando tras las nubes.
La bruja, entonces, profirió un grito de terror que asustó a los no mágicos. Como el inquisidor creyó que ella estaba profiriendo algún tipo de hechizo, decidió apurar el proceso y, sin miramientos, ordenó que la quemaran.
En realidad, lo que hizo la bruja fue terminar con el conjuro y, de esa manera, proteger a sus hijos de las garras de los malvados magos y de los no mágicos. Todo fue porque, al ver la ocultación de la luna llena, pudo vislumbrar un poco a una joven que era atrapada por un terrible mago con sed de venganza hacia los no mágicos. La joven atrapada sería la descendiente de esa bruja, por lo que con su grito de terror y un último conjuro, creó una protección hacia sus hijos y los hijos de sus hijos que le debería durar un tiempo.
Seicientos cuarenta años después, ese hechizo se rompió.
Continuación en: http://www4.loscuentos.net/cuentos/local/meysahras/
domingo, 16 de diciembre de 2007
Pinturas al oleo
viernes, 14 de diciembre de 2007
Yanquilandia en Navidad
¿Qué es esta navidad,
que los yanquis festejan?
¿Qué cosas gastan,
en semejante macana?
Olvidan que en ese día,
Nació el niño Dios,
Que ofreció su vida
Para volver junto a Dios.
Estos yanquis solo gastan,
En todas las cosas caras,
Olvidando a las personas
Que no tienen nada.
Esos caros juguetes,
De las jugueterías,
Pertenecerán a esos niños,
Que los padres los materializan.
Y las caras luces,
Que aparecen en las casas,
Solo sirven para competencias
De las casas más iluminadas.
¿Qué clase de navidad es esta,
que solo gastos acarrea?
Esto es solo una fiesta,
La fiesta de los gastos,
De todas esas macanas,
Que disfrazas una noche,
En una navidad,
Que no sirve de nada.
Lluvia de la luz
No existe ningún indicio de que esto haya ocurrido alguna vez, pero al menos, sí existe un escrito que narra sobre esta experiencia. No se sabe bien en qué mundo, en qué era o en qué momento ocurrió. Solo se sabe que una dama de corta vida, la única testigo del hecho, lo presencio todo. Y vivió para contarlo.
El pueblo entero dormía, mientras las nubes que cubrían el cielo amenazaron con una tormentosa lluvia que bien podría acarrear muchos problemas. La única que se había desvelado fue la dama, de hermosura inimaginable y con una larga lista de amores rechazados por ella misma. La dama, por algún motivo, no podía dormir, por lo que salió de su recamara, fue al patio y observó las nubes que, poco a poco, empezaban a mostrar el antiguo temor humano de que los dioses se habían enojado.
Solo por eso, la dama entraría a la casa para refugiarse de la lluvia que, poco a poco, estaba por caer a tierra. Ya podía sentir cómo unas cuantas gotas le caían en sus largos cabellos azabache, los únicos que la habían acompañado desde el momento en que dio su primer respiro a la vida. Pero algo hizo que no se moviera del lugar, y eran cómo los truenos y relámpagos, con algunos trucos de los rayos y las nubes, dibujaban formas extrañas y grotescas en el cielo que impresionaron enormemente a la muchacha.
Ya la lluvia aumentó bruscamente, haciendo fuertes ruidos contra los objetos metálicos, rasgando milímetro por milímetro cada roca que encontraban, despertando poco a poco a los niños y personas que temían las tormentas como esas, sin tener motivo alguno para temerlas. Pero a pesar de eso, la dama seguía en su sitio y era la única que estaba bajo esa lluvia que congelaba hasta los huesos.
De repente, entre las gotas frías y transparentes de la lluvia, empezaron a caer pequeñas chispas de luz, en forma de gotas brillantes que eran cálidas, hasta el punto de ser irritantes. La dama no podía explicarse ese motivo, por lo que observó el cielo, buscando alguna respuesta ante esa extraña manifestación fluvial.
La dama, entonces, recordó una leyenda que le narraron de pequeña sus padres, cuando todavía no perdió del todo la inocencia que, como ocurre a veces, se les he arrebatada de muchos por el odio y la codicia de los pecados. El cuento decía que, cada siete milenios, cuando siete estrellas formaran una sola línea con algunos cuantos cometas, aparecía la lluvia de la luz, que eran pequeños fragmentos de los desperdicios de las estrellas y cometas que podrían ser atraídas por la gravedad de algún planeta con vida, ocasionando así un choque entre las partículas de agua gaseosa, la que normalmente se encuentra entre las nubes, para así formar una extraña precipitación en la que, en vez de agua, cayera pequeños trozos de estrellas del cielo. Por supuesto, la dama lo había tomado como un cuento para niños, pero desde que se lo narraron, había deseado que, en el caso de que fuese realidad, ella pudiese ver algún día esa extraña lluvia de la luz simplemente para disfrutar de un espectáculo que no ocurriría en los otros siete mil años.
Pero si solo ocurriese esa lluvia, este relato no tendría sentido alguno. La única razón por la que es narrada es porque ocurrió algo más, aparte de la caída de los trozos de estrellas y cometas.
La dama tuvo visiones, o eso fue al menos lo que había creído. Por un instante, le pareció ver que las partículas de luz empezaron no solo a caer, sino también a subir y a moverse de forma horizontal, dejando así pequeños rastros como si fuesen que los cometas cayeron del cielo. También la dama se dio cuenta de algo: esas gotas solo caían en la dirección en donde ella estaba, rodeándola por completo y rozándole su suave piel de marfil dorado. La lluvia no le había irritado la piel, solo le producía un suave cosquilleo que no creía capaz.
Pareciera como si quisieran estar con ella eternamente.
Las nubes empezaron a separarse, mostrando así el apasionado amor que el sol y la luna se tuvieron eternamente, a pesar de las distancias. Los dos astros estaban ahí, juntos, amándose con tanta pasión que era capaz de producir ceguera a los descuidados e ignorantes humanos.
La dama, a pesar de estar viéndolos eternamente, no se quedó ciega. Así pudo observar que las gotas de la extraña lluvia no venían precisamente de las nubes, sino directamente de los rayos ardientes del sol, que parecía gozar de su eterno amor y su infinita felicidad.
En esos momentos, recordó otra parte de la leyenda, que nunca lo tuvo en cuenta por no haberle causado ninguna impresión: aquél que viese directamente la fuente de donde caía la lluvia de la luz, obtendría gloria y poder, pero sufriría mucho y moriría pronto. Eso a la dama le parecía algo superfluo, pero ideó un plan para advertir a su gente sobre el fenómeno y para que así, si luego de siete milenios ocurriese lo mismo, solo se atinaran a observar la lluvia desde la ventana de sus hogares y la cerraran luego cuando vieran a las nubes separarse. Ese plan lo ideó horas después, cuando ya el hecho ocurrió por completo.
Las gotas de luz empezaron a desaparecer, pero parte de ellas quedaron pegados en la piel de la dama, haciendo que su piel brillara incluso durante las noches, como una antorcha humana.
En el eclipse, vio exactamente cómo moriría, pero no le produjo temor. Nunca le había temido a la muerte, solo le temía a lo que vendría después. Tampoco le importaba si ese era su destino, solo si tendría la oportunidad de contárselo a alguien para transmitirlo de generación en generación, para así confirmar que ese fenómeno sí existe, pero que muy pocos tienen la oportunidad de vislumbrarlo.
Ya casi al final del fenómeno, la dama comprendió un poco el porqué el hombre, con el correr del tiempo, siempre iba en busca de la vida eterna para así poder ver la lluvia de la luz, aunque todo intento fue en vano. Pero eso no fue lo único que aprendió la dama aquel día, sino también aprendió que, con el correr de los años, algún descendiente suyo podría sufrir su misma suerte. Por lo que decidió firmemente no juntarse con hombre alguno, no amar apasionadamente y no sentir el misterioso placer físico del amor, del que es fruto otra larga e infinita existencia de humanos.
Años después, esa joven volvió a desvelarse un día, pero para poder escribir esta experiencia y transmitirla no solo alrededor del mundo, sino a todos los planetas con vida conocidos, y por conocer, que se encuentren en la galaxia. Así es como este escrito llegó a este mundo, produciendo así que me desvelara en una noche de lluvia solo para poder escribirlo y difundirlo de alguna manera…
martes, 11 de diciembre de 2007
Manuela y el bebé
Manuela estaba leyendo un libro, en una fría mañana de invierno. Se había echo un mate caliente, y con un ponchito de lana, se sienta en una silla hamaca frente a la estufa. Toma el mate, y luego lee un libro. Era la única forma que tenía para poder salir del mundo en donde vivía. Con los libros que leía, viajaba totalmente a otro mundo, y veía, como una pantalla de cine, todo lo que pasaba en la historia con imágenes.
Nunca había ido al cine, bueno, nunca quiso ir a ninguno. Recordaba cuando ya era bastante adulta, y comenzó el cine. Todos estaban hablando sobre esa gran novedad, ya que era algo nuevo en el país en donde vivía. Pues bien, ella nunca en su vida pisó un cine, solo agarró un libro y empezó a leer.
Tenía todo lo que le hacía una madre muy orgullosa de sí misma: disciplina a sus hijos, dinero para mandarlos a una buena escuela, un esposo millonario, atención a los problemas de sus hijos, buena ama de casa y excelente cocinera.
Nunca había ido a trabajar, ya que prefería estar en su casa y leer. Cuando tenía tiempo, agarraba un libro y leía, y todos sus problemas desaparecían.
Y ahora, que pasó el tiempo, y se quedó sola en casa, sigue leyendo, ya con mucho esfuerzo. Había trabajado mucho para criar a sus hijos, y al verlos como grandes profesionales, se enorgullecía de sus logros como madre. Ahora tenía cada uno su familia y su vida. Su marido murió de un ataque cardiaco, así que se quedo sola en su casa.
Por la mañana, como esa mañana fría, se sentaba y leía. Extrañaba a su marido y a sus hijos, y quería volver a esos tiempos que fueron muy felices para ella.
Cuando leyera todo, tal vez haría las compras para la comida. Siempre compraba provisiones para una semana, así que solo una vez a la semana que salía de compras.
Cuando leyó todo, miró por la ventana, y vio todos los años de vida que tuvo, lo que logró como madre, y el dinero que poseía luego de la muerte de su marido. Aún así, se sentía muy infeliz. Algo le faltaba. Nunca ayudó al más necesitado, y solo se preocupó por ella y por su familia.
También será porque estaba sola, y no estaba acostumbrada a eso, aunque ya pasaron como 10 años que estaba así.
Se puso su abrigo, y salió afuera. Esta vez, haría algo muy distinto. Tomó otro camino, el que no conducía a la tienda, y solo caminó por largo rato.
Recordó las aventuras que leyó en los libros, uno de ellos tenía su misma historia, con la diferencia de que la protagonista encontraba algo que cambiaba totalmente su vida.
Cuando se acercó a un baldío, oyó unos llantos. Decidió ver qué era, y entró al baldío. Luego de buscar y buscar, encontró un bebé.
Parecía que fue abandonado hace poco, y estaba solo tapado con una mantita de algodón. Manuela, al ver que se moría el bebé, lo agarró, y usó su abrigo para abrigarlo.
Caminó con el bebé hasta su casa. Ahí, lo alimentó, lo abrigó y lo cuidó. Como no encontró a nadie que quisiera el bebé, decidió adoptarlo.
Así, ella cambió su vida, y se dio cuenta de que Dios suele darnos una oportunidad para volver a comenzar las cosas que dejamos de lado.
jueves, 6 de diciembre de 2007
Pequeña canasta de Navidad
Nuestra canasta pequeña es,
porque somos pobres, no somos ricos.
Nuestra canasta también pobre es,
solo tiene un pan, una galletita y ninguna sidra
con qué festejar esta Navidad.
Nuestro trabajo es lo mismo:
mendigar por las calles,
haga calor, haga frío,
no importa qué,
con tal de conseguir monedas
para poder comer.
Ya no creemos que exista el progreso
en este miserable país,
y nuestra canasta de Navidad,
es solo una muestra muy pequeña,
de lo que este miserable país nos pueda dar.
El país pobre está,
la navidad de gastos está,
Papá Noel solo escucha a los niños ricos,
que le piden un montón de cosas costosas,
mientras que a nosotros,
solo a nosotros,
nunca nos ha escuchado,
aunque solo le hemos pedido,
que haya buena comida,
aunque sea en este día.
Ya no sabemos en quién confiar.
¡OH, Dios! ¿Por qué no paras esto ya?
¿Por qué permites que haya miseria?
¿Qué hicimos nosotros para merecer esto?
Si oyes nuestros ruegos, si nos tienes compasión,
has que al menos esta Navidad,
nuestra pobre y pequeña canasta,
sea una gran canasta que tenga,
todas las cosas ricas y hermosas
que uno se pueda imaginar.
Y que eches del gobierno,
a toda esa gente mala,
que roba nuestro dinero
ganado con el sudor de nuestra frente
de tanto trabajar.