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martes, 11 de diciembre de 2007

Manuela y el bebé

Manuela estaba leyendo un libro, en una fría mañana de invierno. Se había echo un mate caliente, y con un ponchito de lana, se sienta en una silla hamaca frente a la estufa. Toma el mate, y luego lee un libro. Era la única forma que tenía para poder salir del mundo en donde vivía. Con los libros que leía, viajaba totalmente a otro mundo, y veía, como una pantalla de cine, todo lo que pasaba en la historia con imágenes.

Nunca había ido al cine, bueno, nunca quiso ir a ninguno. Recordaba cuando ya era bastante adulta, y comenzó el cine. Todos estaban hablando sobre esa gran novedad, ya que era algo nuevo en el país en donde vivía. Pues bien, ella nunca en su vida pisó un cine, solo agarró un libro y empezó a leer.

Tenía todo lo que le hacía una madre muy orgullosa de sí misma: disciplina a sus hijos, dinero para mandarlos a una buena escuela, un esposo millonario, atención a los problemas de sus hijos, buena ama de casa y excelente cocinera.

Nunca había ido a trabajar, ya que prefería estar en su casa y leer. Cuando tenía tiempo, agarraba un libro y leía, y todos sus problemas desaparecían.

Y ahora, que pasó el tiempo, y se quedó sola en casa, sigue leyendo, ya con mucho esfuerzo. Había trabajado mucho para criar a sus hijos, y al verlos como grandes profesionales, se enorgullecía de sus logros como madre. Ahora tenía cada uno su familia y su vida. Su marido murió de un ataque cardiaco, así que se quedo sola en su casa.

Por la mañana, como esa mañana fría, se sentaba y leía. Extrañaba a su marido y a sus hijos, y quería volver a esos tiempos que fueron muy felices para ella.

Cuando leyera todo, tal vez haría las compras para la comida. Siempre compraba provisiones para una semana, así que solo una vez a la semana que salía de compras.

Cuando leyó todo, miró por la ventana, y vio todos los años de vida que tuvo, lo que logró como madre, y el dinero que poseía luego de la muerte de su marido. Aún así, se sentía muy infeliz. Algo le faltaba. Nunca ayudó al más necesitado, y solo se preocupó por ella y por su familia.

También será porque estaba sola, y no estaba acostumbrada a eso, aunque ya pasaron como 10 años que estaba así.

Se puso su abrigo, y salió afuera. Esta vez, haría algo muy distinto. Tomó otro camino, el que no conducía a la tienda, y solo caminó por largo rato.

Recordó las aventuras que leyó en los libros, uno de ellos tenía su misma historia, con la diferencia de que la protagonista encontraba algo que cambiaba totalmente su vida.

Cuando se acercó a un baldío, oyó unos llantos. Decidió ver qué era, y entró al baldío. Luego de buscar y buscar, encontró un bebé.

Parecía que fue abandonado hace poco, y estaba solo tapado con una mantita de algodón. Manuela, al ver que se moría el bebé, lo agarró, y usó su abrigo para abrigarlo.

Caminó con el bebé hasta su casa. Ahí, lo alimentó, lo abrigó y lo cuidó. Como no encontró a nadie que quisiera el bebé, decidió adoptarlo.

Así, ella cambió su vida, y se dio cuenta de que Dios suele darnos una oportunidad para volver a comenzar las cosas que dejamos de lado.

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