Estaban dos loritos, encima de las ramas de un samu’u, descansando de un largo vuelo que tuvieron por algunos lugares del Chaco. En esos momentos, estaban conversando un poco sobre cómo un mismo lugar puede cambiar tanto.
- Lo que son las cosas- dijo el loro más joven- cuando estaba en un huevito, este lugar era habitado solo por animales e indígenas.
- Sí, recuerdo bien eso- le contestó el otro loro- se vivía en paz y armonía, ya que los indígenas solo cazaban para comer. Esto era un completo desierto y los árboles eran sus oasis.
- Yo no recuerdo bien eso, dado que solo veía el mundo a través de mi huevo. Pero cuando empecé a romper la cáscara, me pareció ver unas personas que no se parecían a los indígenas. Eran humanos también, pero tenían un aspecto muy diferente.
- Sí. Eran menonitas. La primera vez que los vi, creí que los indígenas se habían pintado de blanco por algún extraño motivo. Pero luego, al oírlos hablar, me di cuenta de que eran de otra parte. Hablaban un extraño idioma, se vestían de otra manera y construían las casas de forma diferente.
- Me imagino todo el desastre que ocurrió después. Estas tierras son muy secas y prácticamente no hay agua.
- Eso es lo que tú crees. Cuando yo era un huevo, este lugar era hermoso y habitable. Pero ya fue, ya no existe. Ahora tendremos que convivir con los humanos, sean indígenas, menonitas, campesinos…
- Yo ni sé el porqué se diferencian tanto entre ellos, si tienen las mismas formas: una cabeza con dos ojos, dos orejas, una nariz y una boca. Todos tienen dos brazos, dos piernas y no les falta dedos en los pies ni en las manos.
- Será porque sus limitadas mentes no les permiten verse como iguales. Nunca cambiarán.
Y mientras hablaban, vieron que un menonita y una indígena se encontraban debajo del samu’u. Se abrazaron y se besaron apasionadamente, como si fuera que desde hacia tiempo no se veían. Luego, los dos se sentaron y empezaron a preguntarse lo mismo que los dos loritos: el por qué las personas se diferencian entre sí si tienen la misma forma y los mismos sentimientos de felicidad y tristeza.
Los dos loros volvieron a volar y se posaron en otro árbol, para ver a los dos jóvenes humanos que, dejando de lado los prejuicios que todos tienen, se encontraron aquella calurosa tarde chaqueña para poder estar a solas por unos momentos.
- Es bueno saber que no todos los humanos son terribles- dijo el loro más viejo.
- Lo que pasa es que ellos hicieron mucho daño este lugar- dijo el loro joven- algún día, esos dos humanos jóvenes empezaran a cortar árboles o arrojar la basura en los pocos lagos que quedan.
- No los generalice. Tal vez ellos salgas diferentes. Nunca se sabe lo que nos depara el futuro.
- Mejor pienso en el presente. El futuro será para después.
- A pesar de que siempre he vivido aquí, han ocurrido tantas cosas que ya ni me acuerdo. ¿Será por la edad?
- Yo más bien creo que por tener memoria a corto plazo. Somos loros.
Siguieron viendo a los jóvenes, con la esperanza de que ellos fuesen diferentes y protegieran la naturaleza chaqueña, sin importar quiénes fuesen sus familias o cuáles eran sus ideas acerca de la vida.
1 comentario:
Marizol, me gustó mucho tu blog, nos vemos!
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