Esta historia me contaron una vez, cuando tuve mi primera computadora. Fue un amigo, el que me contó su historia. Se llama Ernesto. Claro que al principio no le creí, pero cuando me mostró las pruebas que tenía, me quedé tan sorprendida que hasta empecé a temer hasta mi propia computadora.
Fue una mañana de 23 de Diciembre. Él quería mandarle una tarjeta de Navidad a su novia, que vivía con su abuela en Humaitá. claro que si no le escribía, ella se enojaría mucho, y me lo dijo en su mensaje de celular. Mientras él buscaba en algún sitio de Internet una tarjeta virtual, me mensajeaba, y yo le respondía cosas como que debía elegir la tarjeta más bonita, que no le mande cualquier cosa, y que se asegure de que no tuviera virus.
De repente, dejó de mensajearme, y como pensé que se le había acabado el saldo, entonces dejé de mandarles los mensajes, e hice otra cosa. Pero en realidad, no era por el saldo, sino por otra cosa aún peor.
Ernesto había elegido la tarjeta virtual, y era uno en que dos parejas se besaban, vestidos de Santa Claus. Arriba decía con letras que brillaban “Feliz Navidad y año nuevo”. Cuando hizo clic en el botón “Enviar”, pasó algo que no pudo explicar.
La pareja de la tarjeta salió de la computadora, como si fuera que salieran de una ventana porque no hay puerta. Él soltó un grito de sorpresa, ya que eso jamás le pasó.
- ¿Qué está pasando aquí?- dijo Ernesto, muy sorprendido.
- Venimos del mundo virtual- dijo la chica.
- ¿Y porqué salieron de ahí?
- Porque queríamos conocer cómo es el mundo real- dijo el chico.
Y de repente, salieron también un montón de personajes que estaban en sus video juegos de la computadora, algunos íconos, y notó que hasta en su celular salían un montón de personajitos y objetos. Él soltó el celular, y se paró de su asiento, muy impresionado por lo que pasaba.
- queremos invadir el mundo real- dijo un pajarito que salió de su celular.
- Ahora seremos nosotros el que los manejemos- dijo Lara Croft, que salió de su video juego- ya estoy harta de ser manejada por un humano.
- ¡Pero así debe ser!- dijo Ernesto- ustedes son creaciones nuestras. Si no fuese por nosotros, ustedes no existirían.
Pero entonces, un hombre musculoso lo agarró por los hombros, diciéndole que lo meterían en el mundo virtual, para ver qué se siente estar ahí.
En eso, oyó que alguien llamaba por su celular. Entonces, Mario BROS lo agarró, y lo atendió. Imitó a la perfección su voz.
En realidad, creo que era yo la que lo llamaba. Por supuesto, le pregunté si se le acabó su saldo, pero el falso Ernesto me dijo que sí, y que ahora estaba muy ocupado para hablar.
Cuando Mario BROS cortó el celular, miró a Ernesto y dijo:
- ¿En donde lo metemos? ¿En la computadora? ¿O prefieres los videojuegos?
- ¿Por qué no vuelven a sus lugares de origen?- les dijo Ernesto, mientras trataba de zafarse del hombre musculoso- son ustedes los que pertenecen ahí.
- Queremos ser libres- dijeron todos al mismo tiempo.
- ¡Libertad! ¡Libertad!- gritaron los más pequeños.
- Es hora de enviarte a otro lugar- le dijo Lara Croft, mientras lo apuntaba con su pistola.
Ernesto gritó. Eso era una pesadilla. En cualquier momento despertaría y todos esos personajes virtuales volverían a su mundo virtual.
Entonces, se le ocurrió una idea, que le pareció tan lógico que se preguntó el porqué no se le había ocurrido antes.
- ahora les entiendo. Ustedes creen que solo en el mundo virtual son esclavos. Pero eso no es cierto. En el mundo real también se sufre. Además, cuando alguien se muere, ya no resucita. En el mundo virtual, uno puede morirse todas las veces que quiera, total, siempre vuelve otra vez. Acá tampoco somos libres. Hay gente pobre, que no tiene nada para comer. Sufrirán más en el mundo real si viven esta clase de vida. Por favor, entiéndalo.
Todos los virtuales empezaron a reflexionar sus palabras. Es cierto, siendo que vivían en el mundo virtual, donde uno puede resucitar cuando se le de la gana, en el mundo real no les pasaría la misma cosa. al fin y al cabo... ¿para qué cambiarse de mundo? Se imaginaron la gran cantidad de niños que no podrían alegrarse más por no jugar videojuegos. También se imaginaron a millones de personas que no puedan enviar tarjetas virtuales a sus seres queridos, que no puedan más enviar emails, ni tampoco poder mensajear en el celular.
- ¡Nos quiere confundir!- dijo uno de sus personajes de algún videojuego que tenía- solo quiere volvernos a convertirnos en esclavos. Pero no lo permitiremos, ¿Verdad?
- Si, no lo permitiremos- gritaron algunos.
Por alguna razón, el hombre musculoso que sostenía a Ernesto, lo soltó. Dijo que es mejor volver al mundo virtual, porque sabía que la realidad era horrible, y que sería mejor ser manejados por los del mundo real que vivir en el mundo real.
Todos los personajes virtuales se dividieron entre los que querían volver y los que querían quedarse. Hubo una gran discusión.
Ernesto, entonces, mostró a todos unas fotos que tenía sobre las guerras mundiales, la gente pobre de Latinoamérica, la gente que vive en la miseria, y la gente de África. Esta vez, todos decidieron volver al mundo virtual, al ver qué dura era la realidad.
Poco a poco, todos volvieron al celular, a los videojuegos y a la computadora. Ernesto vio la pantalla, y se alegró de que apareciera estas palabras: “La tarjeta ha sido enviada”
Bueno, esa es la historia. Cuando me la contó a mi, empecé a temblar, con solo ver mi computadora. Así que él me tranquilizó, diciéndome que esos seres virtuales entendieron lo que pasa en el mundo, así que nunca más se les ocurriría salir de donde están.
Al menos que pase el tiempo y... quieran intentarlo de nuevo.
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