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jueves, 10 de enero de 2008

El hombre ciego

No sabía cómo llegó así.

Estaba todo oscuro, por más que abría los ojos, igual veía oscuridad a su alrededor. La luz se fue hace muchos años, cuando se le había caído ese líquido a los ojos.

Aun recuerda eso: sintió un ardor que le hizo gritar a todo pulmón. Cuando lo encontraron, ya era tarde: la luz se fue de su vida para siempre.

Caminaba hasta hace poco en total oscuridad, escuchando los sonidos de afuera, sintiendo la temperatura a través de la piel, oliendo los olores característicos de cada persona, con lo cual los identificó. Sabía muy bien el olor de cada uno: su madre tenía un significativo olor a rosas, su padre un olor a cigarrillo, porque fumaba. Y si así no identificaba a la persona, escuchaba su voz o tocaba su piel.

Le enseñaron cómo agudizar los otros sentidos cuando la luz salió de su vida. Se fue en escuelas especiales, y le enseñaron a leer a través del tacto, para así no perder todo contacto con el mundo exterior. También le hicieron identificar a los personajes e historias de la televisión a través del sonido, y así, a pesar de su total oscuridad, una parte de él se encuentra en el mundo exterior.

Aún así, nunca entendió el porqué le vino la oscuridad. ¿Qué hizo para merecer esto? ¿Acaso era su destino ser ciego? ¿O era porque durante toda su vida, estuvo ciego en el corazón? ¿Era ese su castigo?

Nunca bebió alcohol, tampoco fumó, ni mintió. Menos se metió en la ida privada de los demás ni los desparramó por todas partes. Las cosas malas que hizo fue no ayudar al más necesitado, ni siquiera ayudó a su familia, cuando más lo necesitaban.

Y cuando quedó ciego, su familia hizo de todo para que pudiera ver, pero el tratamiento era caro, y lo único que podían hacer era llevarlo a escuelas especiales, para no quedar como un inválido solo por no ver nada.

Un día, sintió cómo abrir los ojos, y una luz nublosa apareció. ¿Acaso se había curado? ¿O solo era un sueño? Lo que sí, es que le pareció ver a alguien, a través de esa luz.

Poco a poco, tomó forma, hasta que vio perfectamente la figura de un joven, con ropas blancas como la nieve, y sus cabellos eran dorados y sus ojos celestes como el cielo. Ese joven se acercó a él, y le dijo: “Llegó la hora de terminar tu castigo”

Entonces, comprendió el porqué le pasó todo eso, y el porqué fue perdonado. La justicia divina tuvo efecto sobre él, porque pudo comprender, desde su ceguera, a las personas ciegas, sordas, mudas, paralíticas o algún defecto más que deja a uno inválido.

Ahora, que por fin sufrió todo lo que tenía que sufrir, podía ver por fin la hermosa y brillante luz de ese joven, que lo buscó para llevarle a un hermoso lugar, donde no existen los defectos y uno puede ser feliz por toda la eternidad.

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